miércoles, 12 de septiembre de 2012

Masacre de Glencoe



Masacre de Glencoe, nombre por el que es conocido el ataque de los ingleses contra el clan de los MacDonald de las Tierras Altas (Highlands) escocesas, llevado a cabo el 13 de febrero de 1692.

En agosto de 1691, Guillermo III de Orange, rey de Inglaterra, Escocia e Irlanda desde hacía dos años, hizo pública una proclama ofreciendo el perdón total a todos los clanes de las Tierras Altas de Escocia que le habían rechazado como monarca, si éstos le juraban lealtad antes de que comenzara el siguiente año. Cuando se cumplió el plazo previsto, todos los clanes, salvo el de los MacDonald de Glencoe, se habían presentado ante los magistrados para jurar su fidelidad al Rey. MacIan, jefe de los MacDonald, había acudido a un oficial del ejército de Fort William, pero se le comunicó que éste no podía aceptar el juramento. Se dirigió entonces a Inverary para declarar su lealtad ante el sheriff, pero se demoró a causa del mal tiempo. Fue el 6 de enero cuando pudo por fin cumplir debidamente la condición exigida. Este retraso resultó muy conveniente para los planes secretos del consejero del rey Guillermo III, sir John Dalrymple, y para algunos clanes escoceses como el de los Campbell, enemigos ancestrales de los MacDonald. Dalrymple persuadió al Rey para que castigara a los MacDonald de modo ejemplar.

Los escribanos de Edimburgo se negaron a dar fe del juramento de MacIan, mientras que el rey Guillermo III permanecía ignorante de estas circunstancias. Un contingente militar formado por 120 hombres y encabezado por Campbell de Glenlyon llegó a Glencoe en aparente son de paz el 1 de febrero y fue recibido hospitalariamente. Los Campbell permanecieron con los MacDonald durante doce días, pero, a las cinco de la madrugada del 13 de febrero, arrasaron los hogares de los principales miembros del clan y los asesinaron. Murieron 35 personas y huyeron aproximadamente 300. Una fuerte tormenta de invierno azotaba las Tierras Altas en aquel momento y muchos de los fugitivos perecieron a causa del frío y el hambre antes de que se retirara la fuerza militar. Cuando Guillermo III tuvo conocimiento de estos hechos, destituyó a Dalrymple. El conde de Breadalbane, otro de los conspiradores, fue acusado de alta traición, pero no se le llevó a juicio. La indignación ante el gobierno inglés aumentó en toda Escocia, especialmente en las Tierras Altas, y el Parlamento escocés aprobó una resolución en la que se declaraba que “la matanza de los hombres de Glencoe había sido un asesinato”.


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