jueves, 12 de septiembre de 2013

Finanzas


Finanzas, término aplicado en economía al conjunto de operaciones de compra-venta de instrumentos legales, cuyos propietarios tienen ciertos derechos para percibir, en el futuro, una determinada cantidad monetaria. Estos instrumentos legales se denominan activos financieros o títulos valores e incluyen bonos, acciones y préstamos otorgados por instituciones financieras.
El primer emisor de un título valor se denomina prestatario, mientras que a la persona que compra el título valor se la conoce como prestamista. Los prestatarios necesitan dinero en efectivo, mientras que a los prestamistas les sobra liquidez. Cuando un prestatario emite un título valor que adquiere un prestamista, ambas partes se ven beneficiadas; el prestatario obtiene el efectivo que necesita y el prestamista el derecho a obtener en el futuro el valor monetario prestado, así como una tasa justa de beneficios (como pago de intereses).
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MERCADOS FINANCIEROS
Las transacciones realizadas entre el primer emisor (prestatario) y el primer prestamista son transacciones del mercado primario. El primer prestamista puede vender los activos financieros adquiridos en el mercado primario a otras personas, en lo que se conoce como mercados secundarios. La compra-venta de títulos valores negociables en los mercados secundarios no tiene consecuencias para el emisor del título, es decir, el primer prestatario; sólo se produce una variación en la titularidad (propiedad legal) de los títulos valores. Ejemplos de mercados secundarios son los mercados de valores (como la Bolsa de Nueva York, la Bolsa de Londres y la Bolsa de Tokio). Puede haber un mercado fuera de la cotización oficial del mercado secundario.
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CLASES DE TÍTULOS VALORES
Casi todos los títulos valores que se negocian en los mercados secundarios pertenecen a uno de los siguientes dos grandes grupos: bonos o acciones. Los bonos son instrumentos crediticios, (deuda emitida normalmente por el Gobierno o las empresas): a cambio de cierta cantidad de dinero, proporcionan un rendimiento fijo. Las características más importantes de los bonos son su valor facial (o a la par), su fecha de vencimiento y la tasa de cupón. El valor facial refleja la cantidad de efectivo total que se pagará al propietario del bono a la fecha de vencimiento, que va desde los tres meses hasta los 30 años. Antes del vencimiento, cada año se paga el cupón, que es la tasa de cupón multiplicada por el valor facial. Este cupón es el beneficio que obtiene el poseedor del bono. Se fija por primera vez en el mercado primario, y no podrá cambiarse en función de los tipos de interés prevalecientes en cada momento en la economía. Sin embargo, lo que sí varía es el precio de mercado del bono. Cuando el cupón es igual al tipo de interés medio que se está pagando en ese momento, el precio de mercado del bono será igual a su valor facial. Cuando el cupón es mayor que los tipos de interés que se están pagando, el bono se venderá a un precio superior al del valor facial (sobre la par). Cuando el cupón que se paga es inferior al tipo de interés del mercado, el bono se venderá con descuento (bajo la par). El pago del cupón constituye una obligación legal, por lo que el impago puede provocar la quiebra del emisor.
Las acciones preferentes son parecidas a los bonos, ya que tienen un valor facial y proporcionan un dividendo predeterminado (parecido al cupón de los bonos). La diferencia estriba en que las acciones preferentes, a diferencia de los bonos, no tienen un plazo de vencimiento, y en que se puede no pagar los dividendos anualmente durante varios años, sin que ello implique la quiebra del emisor. Las acciones ordinarias no tienen ni plazo de vencimiento ni dividendos anuales estipulados. Estos títulos valores tienen un periodo de vida ilimitado, y sólo se pagarán dividendos si el emisor obtiene unos beneficios satisfactorios. Dado que los rendimientos de los bonos son los más seguros, constituyen la inversión menos arriesgada, pero a su vez tienen un menor rendimiento. Las acciones preferentes comportan mayores riesgos que los bonos, pero menores que los que comportan las acciones ordinarias. Éstas son las más arriesgadas, por lo que su tasa de rendimiento esperada es también la más elevada.
Los agentes que emiten títulos valores pueden dividirse en públicos y privados. Los emisores privados pueden ser individuos, sociedades y corporaciones. Los emisores públicos pueden ser distintas instituciones gubernamentales.
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FINANZAS EN EL SECTOR PRIVADO
Tanto los individuos, como las sociedades y las corporaciones pueden emitir títulos valores financieros para pagar diferentes activos que quieran adquirir. Puesto que las corporaciones son la principal fuerza financiera del sector privado, el siguiente análisis se centrará en la financiación de las corporaciones. Éstas pueden adquirir más capital vendiendo acciones y bonos, o pueden financiar sus necesidades temporales obteniendo préstamos de los bancos.
El responsable financiero de la corporación debe decidir qué activos ha de comprar la empresa y cómo hay que financiar esta adquisición. Las decisiones de inversión en activos dependen de dos factores: las tasas de retorno esperadas y el riesgo. Para poder estimar los rendimientos esperados de un proyecto se realizan análisis detallados sobre las previsiones de ventas potenciales, gastos y beneficios esperados de la inversión. El riesgo depende de la incertidumbre que tenga la empresa respecto a los beneficios anuales que pueda obtener.
Las decisiones financieras dependen únicamente del tipo de contrato financiero que minimice los costes para la empresa. Al igual que ocurre con las decisiones de inversión en activos, los costes financieros se expresan en función de la tasa de interés anual. Los costes financieros de una emisión de nuevas acciones vienen dados por los dividendos mínimos más la apreciación del precio de las acciones que el comprador espera recibir.
4.1
Financiación a corto plazo
La financiación de la deuda puede ser a corto o a largo plazo. La emisión de deuda a corto plazo debe amortizarse en menos de cinco años. Los préstamos concedidos por bancos comerciales son el ejemplo más frecuente de deudas a corto plazo. Las líneas de crédito de los bancos permiten a una empresa pedir prestado un máximo predeterminado, pero se exige que el saldo esté a cero durante uno o más meses al año. Estas líneas de crédito no suelen estar respaldadas por una garantía. Los bancos también ofrecen préstamos a dos o tres años, pero éstos suelen estar avalados por los inventarios o los activos exigibles de la empresa si no se devuelven en el plazo determinado.
Existen otros tres tipos de financiación a corto plazo, que son los pagarés de empresas, las pignoraciones y el factoring. Los pagarés de empresas son una deuda emitida por una empresa que tiene un plazo de vencimiento inferior al año. Sólo los emiten grandes empresas, financieramente solventes, y tienen un coste en intereses ligeramente inferior al de los préstamos bancarios concedidos para las inversiones con menores riesgos. La pignoración y el factoring son utilizados por empresas más pequeñas con menor solidez financiera. El factoring es la venta física de las cuentas a cobrar a los clientes. La pignoración es un préstamo garantizado con las cuentas a cobrar a clientes de la empresa. Dado que comportan un mayor riesgo, la pignoración y el factoring obligan a la empresa a pagar mayores intereses que los que se pagan por los pagarés de empresa.
Con anterioridad a 1965, aproximadamente, todas las emisiones de deuda se vendían en el país en que radicaba la empresa emisora. Desde entonces, la financiación internacional se ha incrementado de manera espectacular. La mayor parte de esta financiación en el orden internacional es a corto plazo, y tiene lugar en lo que se denomina mercado de eurobonos; su mercado principal está en Londres. El mercado de eurobonos permite que las empresas emitan deudas en divisas extranjeras (principalmente en dólares) al tiempo que evita las regulaciones y restricciones de los mercados financieros nacionales. Normalmente, al emitir este tipo de bonos las empresas convierten las divisas en su moneda nacional. En el mercado de eurobonos se emite deuda tanto a corto como a largo plazo. En los últimos años se han llegado a emitir bonos con un plazo de vencimiento de hasta 50 años.
4.2
Financiación a largo plazo
Normalmente, la financiación a largo plazo se lleva a cabo mediante la emisión de bonos o mediante arrendamientos con opción de compra. Los bonos que no están avalados por algún activo se suelen denominar obligaciones. Dado el riesgo que comportan, las obligaciones implican una mayor tasa de rendimiento. Las emisiones de bonos garantizados implican que éstos están avalados por algún activo, por lo que rinden menores intereses. El arrendamiento con opción de compra es parecido a la emisión de una deuda, con la diferencia de que el título de propiedad del activo no se cede a la empresa que efectúa el arrendamiento. Este tipo de financiación está aumentando gracias a sus mayores ventajas impositivas, que no poseen los demás medios de financiación.
En algunas ocasiones, la emisión de bonos a largo plazo permite al comprador adquirir posteriormente acciones ordinarias de la empresa. Estos bonos convertibles permiten que el poseedor de los bonos los intercambie por un determinado número de acciones ordinarias. Algunas obligaciones permiten que el poseedor de los bonos compre acciones ordinarias a un precio inferior. Desde el punto de vista de la corporación, los bonos convertibles dan lugar, a su vencimiento, a una ampliación de capital, mientras que las obligaciones preferentes seguirán siendo una deuda pero también supondrán una ampliación de capital en el futuro.
Las acciones preferentes son, de alguna manera, parecidas a los bonos. Se venden con un determinado valor (a la par), se paga una cantidad determinada anualmente y, en caso de quiebra, otorgan el derecho de acudir a la liquidación de los activos por delante de los propietarios de acciones ordinarias. En otros aspectos son análogas a las acciones ordinarias: no hay que pagar dividendos si la empresa no tiene suficiente efectivo, y los dividendos que se pagan pueden ser mayores en caso de que los beneficios de la empresa aumenten. Por su parte, los bonos rinden un cupón fijo y obligatorio todos los años. Los compradores de acciones preferenciales obtienen ventajas fiscales que no tienen los que compran bonos. Estas ventajas fiscales hacen que las empresas emitan acciones preferenciales, que además comportan menores costes para el emisor.
Los auténticos propietarios de una corporación son los tenedores de acciones ordinarias; reciben la totalidad de los beneficios, descontados los pagos de intereses de las deudas y el pago de dividendos a las acciones preferentes. Estos beneficios se distribuyen de dos formas: como efectivo, en forma de dividendos a los accionistas, y como incremento del valor de las acciones ordinarias. Este aumento (o disminución) del precio de las acciones ordinarias puede tener dos causas: 1) La reinversión de los beneficios, para aumentar el crecimiento de la corporación o permitir el logro de otros objetivos, aumenta el valor total de los activos de la empresa, y por tanto, el valor de sus acciones. Si, por ejemplo, se retiene una determinada cuantía de los ingresos por cada acción de la empresa, el valor de cada acción debe aumentar en la misma cuantía. 2) El cambio en las expectativas de los accionistas sobre los beneficios potenciales futuros de la empresa hará que el precio de las acciones varíe. El rendimiento obtenido por un accionista viene dado por el dividendo percibido más las ganancias (pérdidas) del valor de las acciones.
4.3
Intermediarios financieros
Son aquellas instituciones que obtienen recursos de un prestamista y los ofrecen a los prestatarios. Por ejemplo, un banco comercial obtiene dinero de los depósitos de sus clientes, las cuentas de ahorro y la venta de bonos. Después presta este dinero a individuos, empresas o gobiernos. Existen más intermediarios financieros, como las sociedades de valores y bolsa, los fondos mutuos de inversión mobiliaria, las compañías de seguros y los fondos de pensiones. Estas instituciones permiten que los pequeños ahorradores junten sus fondos y puedan diversificar sus ahorros en varias inversiones. Además, la experiencia financiera de los gestores de estas instituciones permite que los ahorradores obtengan mayores rendimientos.
5
FINANZAS EN EL SECTOR PÚBLICO
Mediante el gasto público los países realizan servicios demandados por los ciudadanos. A lo largo del siglo XIX el gasto público aumentó considerablemente en todos los países, independientemente de su sistema político. Esto se debió, en parte, a la tendencia casi universal de ampliar los servicios gubernamentales a áreas que antes estaban reservadas a la iniciativa privada, pero también fue debido al crecimiento de la población, a una mayor riqueza general y a la elevación de los niveles de vida.
El gasto público se puede dividir en tres grandes partidas: defensa, obras públicas y programas que favorezcan el bienestar social. Las obras públicas incluyen servicios como la creación de carreteras, las viviendas de protección oficial y, en muchos países, el servicio de correos, las líneas de ferrocarriles, el teléfono y los telégrafos. Los programas que fomentan el bienestar social incluyen gastos en el sistema sanitario, la educación y la ayuda a personas discapacitadas. El principal ejemplo de la intervención estatal en la economía es el de la antigua Unión Soviética, donde casi toda la industria pertenecía al Estado o estaba bajo su control.
Cuando el gasto público es superior a los ingresos generados por los impuestos, el déficit resultante puede financiarse de dos maneras: mediante la emisión de obligaciones o deuda pública respaldadas por el Gobierno, o mediante la creación de dinero.
5.1
Imposición
El gasto público se financia, principalmente, mediante los impuestos. Éstos pueden ser de varios tipos: impuestos indirectos, impuestos sobre las importaciones, impuestos sobre la renta, impuestos sobre el valor añadido y otros mecanismos que permiten obtener ingresos. Este es el principal medio de obtención de recursos del sector público.
5.2
Financiación del déficit
Los gobiernos pueden financiar sus déficit emitiendo deuda pública. En el ámbito nacional suele existir un departamento con poder para emitir títulos valores a corto y a largo plazo. Los bonos emitidos por un Gobierno están considerados como los títulos valores con menor riesgo. Aunque, no obstante, aquí hay que diferenciar entre países. No es lo mismo comprar un título de deuda de un país como, por ejemplo, España, que hacerlo de Rusia o Argentina. Los gobiernos de estos últimos países tendrán que pagar lo que se conoce como una prima de riesgo para que los inversores compren su deuda. Es decir, los intereses de estos títulos serán mayores: a mayor riesgo, mayor rentabilidad.
En muchos países ha aumentado la emisión de deuda por parte de las administraciones locales municipales. Estas emisiones son muy parecidas a las de los gobiernos centrales, pero comportan mayores riesgos. Por ello, tienen rendimientos, después de impuestos, superiores a los de la deuda del Gobierno central, incluso cuando el plazo de vencimiento es el mismo. Además del mayor riesgo que comportan, estas emisiones de deuda tienen otra característica esencial: sus ventajas fiscales. Aunque los ingresos derivados del aumento del precio de los bonos están totalmente sometidos a gravamen, el cupón pagado está exento de los impuestos sobre la renta del Gobierno central, y tampoco pagan impuestos en la administración local que los emite. Debido a este trato de favor fiscal, los rendimientos de las emisiones antes de impuestos de las administraciones locales suelen ser inferiores a los de la deuda pública del Gobierno central.
5.3
Emisión de moneda
En última instancia, el Gobierno puede financiar sus gastos creando más dinero. Esta fuente de financiación sólo está al alcance de los gobiernos que todavía tengan el banco central bajo su control. Una circunstancia que no se da en las economías industrializadas: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón tienen un banco central que no sigue las instrucciones del Gobierno de turno. Si el Ejecutivo de la nación desea gastar determinada cantidad para pagar varios proyectos, puede, por ejemplo, crear la cantidad de dinero necesaria para sus gastos. Sin embargo, en la práctica este proceso es más complicado; la creación de dinero depende normalmente de los bancos centrales. La oferta monetaria a menudo varía en función de las necesidades de financiación del déficit público, o para controlar los tipos de interés, o el nivel de la inflación, y también para aumentar el nivel de empleo. Desgraciadamente, los procesos necesarios para lograr estos objetivos suelen entrar en conflicto.
6
FINANZAS INTERNACIONALES
Los movimientos de capital entre países pueden dividirse entre pagos corrientes e inversiones de capital. Los pagos corrientes se refieren a los pagos por exportaciones e importaciones, así como al pago de intereses y dividendos. Durante un año cualquiera, un determinado país tendrá déficit o superávit en sus transacciones corrientes. Las inversiones de capital se refieren a la compra-venta de títulos valores de un país por parte de otro. Estas transacciones también pueden dar lugar a un déficit o a un superávit. Un déficit neto de las transacciones corrientes y de las inversiones de capital refleja el flujo neto de recursos financieros que han salido de un país; un superávit neto refleja los recursos financieros que han entrado en el país.
Cada país tiene su propia unidad monetaria, o moneda, en la que exigirá que se le paguen los superávit netos. El valor de una moneda en términos de otra depende, en teoría, de qué país de los dos tiene un déficit neto frente al otro. Por ejemplo, si Estados Unidos tiene un déficit neto en sus relaciones con la Unión Europea, el valor del euro aumentará en relación con el dólar. Este valor relativo es el reflejo del tipo de cambio, que expresa el coste de una unidad de una determinada moneda en términos de otra. El aumento del valor del euro hace que las exportaciones europeas a Estados Unidos sean más caras y que las exportaciones de Estados Unidos a Europa sean más baratas. Por lo tanto, el déficit tendría que equilibrarse automáticamente. Por ello, el tipo de cambio es esencial a la hora de reequilibrar los déficit y superávit entre los distintos países.
Los movimientos de capital han ido cobrando importancia a lo largo de las décadas de 1980 y 1990, a medida que se liberalizaba el sistema financiero internacional y se suprimían los controles sobre los tipos de cambio. Por ello, los especuladores monetarios y los inversores, ayudados por los adelantos en las telecomunicaciones, pueden mover ingentes cantidades de dinero por todo el mundo a una velocidad vertiginosa. El poder de este sistema financiero internacional ya se ha hecho patente en varias ocasiones. La más reciente en el verano de 1997 en Asia. Todo comenzó en el mercado de divisas. Tailandia, sumida en una recesión, decidió abandonar la paridad fija entre su moneda, el bath, y el dólar. En un solo día, el bath tailandés se depreció un 18 por ciento. Los países vecinos siguieron el ejemplo. Filipinas, Malasia, Indonesia, Taiwán y Vietman devaluaron también sus monedas. Los tipos de interés tuvieron que subir para evitar una fuga de capitales. Los inversores extranjeros se fueron con su dinero a otros mercados, y se generó una importante crisis de confianza. Además, las inversiones extranjeras se habían dedicado más bien a la especulación, sobre todo en el mercado inmobiliario y la renta variable, y su marcha provocó una fuerte caída de las bolsas y un aumento de la morosidad. En el verano de 1998 esta crisis se contagió a Rusia, que procedió a devaluar el rublo y suspendió los pagos de su deuda externa.



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