martes, 7 de mayo de 2013

Llanura aluvial




Llanura aluvial, también llamada lecho de avenida, franja de escasa pendiente que se extiende por el fondo de un valle fluvial, a lo largo del curso del río y sobre la superficie por la que éste discurre en épocas de avenida o crecida. Los aluviones depositados durante las inundaciones cubren el fondo rocoso del valle formando una capa de espesor indeterminado. En la llanura de inundación es frecuente la presencia de lagunas pantanosas, barras de meandro, lagos de meandro abandonado y antiguos cauces, separados del lecho del río por diques de depósitos aluviales, que ponen de manifiesto el cambio de posición del cauce de la corriente fluvial actual. Las llanuras aluviales de ríos tan importantes como el Nilo o el Ganges suponen un importante recurso económico para el país, al constituir unas excepcionales tierras de cultivo.


Llanura abisal




Llanura abisal, llanura del fondo oceánico que se extiende por la zona abisal, entre los 4.000 y 5.500 m de profundidad, a partir del talud continental. Presenta una pendiente inferior a 1º y una anchura que puede alcanzar cientos de kilómetros. Esta amplia superficie regular a veces se ve salpicada por relieves submarinos, como pitones (picos aislados y puntiagudos, apenas modelados por la erosión, de origen volcánico y formados a partir de erupciones suboceánicas), guyots (que se diferencian de los pitones por sus cimas planas), cordilleras, islas volcánicas y mesetas. Aquí se depositan sedimentos marinos pelágicos de la zona abisal, una de las tres que configuran las profundidades marinas (zona nerítica, que abarca la plataforma continental y que alcanza los 200 m de profundidad; la zona batial, hasta unos 2.000 m de profundidad; y la zona abisal, a partir de los 2.000 m aproximadamente).


Llanura




Llanura, superficie plana de tierra, a menudo de gran extensión, resultado de la erosión o de la deposición de materiales. Constituyen casi el 55% de la superficie continental, aunque también aparecen en los suelos oceánicos, con el nombre de llanuras abisales y plataformas. Las llanuras de la superficie terrestre están relacionadas con las antiguas rocas que forman los interiores estables de los continentes, en contraste con las márgenes, de tectónica inestable, de los continentes, donde existen sistemas montañosos. Las llanuras necesitan millones de años para su formación, por lo que la superficie debe ser estable. A ambos lados del ecuador se extienden, simétricamente, sendas zonas de llanura: una serie en el hemisferio norte y otra en el hemisferio sur. Las plataformas de Norteamérica y Sudamérica forman un par y las plataformas africana y euroasiática otro. La siberiana y australiana se pueden considerar como un tercer grupo.
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TIPOS DE LLANURAS
Los planos de erosión, conocidos como superficies de erosión o de planación son resultado del desgaste de las rocas sobre la superficie terrestre. El término ‘superficie de planación’ es más preciso porque muchas de las superficies que podrían denominarse superficies de erosión no son planas. Las principales formas de planicies son: pedillanuras; penillanuras; llanuras de corrosión (etchplains); panllanuras; superficies de erosión marítima o plataformas litorales y superficies de crioaplanamiento o llanuras originadas por el proceso de calentamiento y enfriamiento térmicos.
2.1

Penillanuras
El término ‘penillanura’ (literalmente ‘casi llanura’) fue introducido a finales del siglo XIX por el geógrafo estadounidense William Morris Davis para representar la fase final de su teoría de la evolución del paisaje, que denominó ‘ciclo geográfico’, aunque es más conocida como ‘ciclo erosivo’. Aunque su concepción de la evolución unidireccional del paisaje, a través de una fase de juventud, de madurez y de envejecimiento, ha sido ampliamente criticada por ser demasiada simplista, se ha corroborado la existencia de las penillanuras, asociadas a climas húmedos y templados. Son superficies casi sin accidentes topográficos que muestran escasa relación con la estructura geológica subyacente y que están determinadas por su proximidad al nivel base, esto es, al límite inferior en el cual todavía actúan los procesos de erosión subaéreos, especialmente los asociados con los cursos de agua.
En términos generales, se considera como nivel base el nivel del mar, pero también existen numerosos niveles base locales o temporales. Las penillanuras se generan como consecuencia de la erosión de las formas de relieve y por la remoción del material meteorizado y erosionado.
2.2

Pedillanuras
Las pedillanuras, tal como las definió por primera vez el geomorfólogo sudafricano L. C. King, son superficies originadas por el retroceso de escarpes y por la pedimentación. Los pedimentos son plataformas cóncavas de pendientes muy suaves a pies de laderas abruptas o escarpes. Como estos escarpes son erosionados, a menudo de forma uniforme, en toda su longitud, proceso llamado retroceso paralelo, los pedimentos crecen cada vez más. Con frecuencia los retrocesos paralelos se producen sobre más de una cara de una meseta, que con el paso del tiempo da origen a una colina residual de laderas escarpadas o monte isla (inselberg), rodeada de pedimentos. Las mesas y los cerros testigo tienen orígenes similares. Las pedillanuras tienen lugar cuando prácticamente todos los inselbergs han desaparecido, lo que permite que una serie de pedimentos se fundan en un solo bloque.
Los pedimentos y, por tanto, las pedillanuras se desarrollan mejor en regiones semiáridas, donde las infrecuentes pero fuertes precipitaciones pueden arrastrar los derrubios acumulados bajo laderas escarpadas (véase Modelado desértico).
2.3

Llanuras de corrosión
Las llanuras de corrosión derivan de llanuras preexistentes, y surgen tras la sucesión de acusados procesos de meteorización química y desmantelamiento del material erosionado, o regolita. Están asociadas, por lo general, a zonas cristalinas y a antiguos macizos en zonas de clima tropical, que propicia la rápida meteorización química de las rocas susceptibles a ésta.
2.4

Panllanuras
Se ha propuesto el término ‘panllanura’ para describir superficies de planación, consecuencia de la unión de llanuras aluviales. Tienen su origen en la erosión lateral de corrientes de agua. No obstante, este término apenas se emplea y no se han identificado ejemplos específicos.
2.5

Plataformas litorales
Las terrazas marinas, o plataformas litorales, son llanuras creadas por la acción erosiva del oleaje. Este modelado costero se forma cuando el material erosionado procedente de acantilados es transportado mar adentro a través de una llanura de abrasión marina. La llanura crece a medida que el acantilado retrocede. La formación de estas enormes llanuras marinas se produce a través de una lentísima elevación del nivel del mar durante un considerable periodo de tiempo.
2.6

Superficies de crioplanación
Las superficies de crioplanación o altiplanación son el resultado de la deposición de material meteorizado (generado por la intensa labor de las heladas) en depresiones, a modo de terrazas. Tales superficies son de extensión limitada; la mayor, en Siberia, mide un kilómetro de ancho por unos cuantos de longitud.
2.7

Llanuras aluviales y eólicas
Las llanuras aluviales son las más extensas planicies de deposición. Por lo general, son las llanuras de inundación de los ríos, pero también aparecen llanuras lacustres, como las playas en regiones áridas. Estas llanuras ocupan, aproximadamente, el 2% de África, el 3% de Sudamérica y una mayor proporción en el Asia tropical. Las mayores llanuras aluviales están compuestas por muchos metros de sedimentos fluviales, o aluvión, depositados por los ríos de forma constante, desplazando su cauce en el curso inferior.
Existen varios modelados asociados a las llanuras aluviales, como las barras, levées (terraplenes aluviales), lagos oxbow, marismas y cauces muertos (abandonados).
Por su parte, las llanuras eólicas o llanuras arenosas se denominan mar de arena. Son amplias superficies de escaso relieve, con tenues dunas. El mayor mar de arena es el mar de Selima, que cubre más de 100.000 km2 de superficie, localizado entre las fronteras de Egipto, Sudán y Libia.
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EL ESTUDIO DE LAS LLANURAS
El estudio de las superficies de planación tuvo un papel central en los inicios de la geomorfología como ciencia independiente con William Morris Davis, desde finales del siglo XIX hasta la década de 1950. Durante ese periodo, el primer objetivo de los geomorfólogos era estudiar la evolución de las formas de relieve. Las superficies de aplanación, según este enfoque, representaban la fase final de la evolución, o último estadio del denominado ‘ciclo de Davis’ o ‘ciclo de erosión’. Una de las preocupaciones fue la identificación de las actuales superficies de planación o sus restos, como parte de los esfuerzos por explicar la historia erosiva de la Tierra, o cronología de la denudación.
Aunque este enfoque produjo numerosas revelaciones, a partir de la década de 1960 fue cada vez más criticado. Esta crítica reflejaba los problemas de la datación de las superficies de planación, de la atribución de sus orígenes y de su acomodación a los nuevos conocimientos que se iban adquiriendo sobre los numerosos ajustes del nivel base, ocurridos durante el cuaternario. La amplia glaciación ocurrida durante el pleistoceno y la posterior retirada de los glaciares durante el holoceno, produjeron numerosos cambios en el nivel del mar y de la superficie terrestre, que afectaron profundamente a las formas de relieve. Ya no parecía factible hablar de una evolución lineal, desde el periodo de juventud, de tierras altas hasta el periodo de vejez, al que corresponderían las penillanuras.
Desde entonces, los geomorfólogos se han preocupado menos por las teorías generales y han prestado mayor atención a los procesos que han generado las formas de relieve, incluidas las llanuras, y al uso de sistemas generales y cuantitativos.


Chaco




Chaco o Gran Chaco (del quechua Chacú, ‘país de las cacerías’), llanura aluvial que se extiende por la región centro-meridional de América del Sur; abarca el sector suroriental de Bolivia, la mitad occidental de Paraguay, una porción del noreste y centro de Argentina y una mínima parte del sur de Brasil. Sus límites están determinados al norte y al sur, respectivamente, por los llanos del Mamoré (extensa área de bosques tropicales) y por una franja de transición entre el sector norte de la provincia argentina de Córdoba y el tramo de la provincia de Santa Fe por el que discurre el río Salado; al oeste, por las sierras Pampeanas y las sierras Subandinas, y hacia el este, por el eje fluvial Paraná–Paraguay.
Con una superficie que supera los 675.000 km2, la región se divide en: Chaco boreal, la más extensa de las divisiones, al norte del río Pilcomayo; Chaco central, que se sitúa entre los ríos Pilcomayo y Bermejo (que tienen sus nacientes en la cordillera de los Andes y desembocan en aguas del Paraná-Paraguay tras seguir una dirección noroeste-sureste), y Chaco austral, al sur de éste último, que se prolonga entre el Bermejo y el Salado hasta su contacto con la Llanura pampeana. El primer sector está dividido entre Bolivia, Paraguay y, en menor medida, Brasil, mientras que los otros dos se hallan en territorio argentino, divididos a su vez en cuatro subunidades morfológicas: Chaco alto, Chaco deprimido, Chaco bajo y Diagonal fluvial de Santiago del Estero. La llanura tiene en su conjunto un gran desarrollo horizontal, con pendiente noroeste-sureste, pese a lo cual la red carretera y ferroviaria ha conocido un escaso desarrollo, entre otras razones, por el escaso poblamiento que la región ha conocido.
Desde un punto de vista estructural se trata de una cuenca endorreica sedimentaria rellenada por la erosión de los macizos vecinos. Los agentes que colmataron la cuenca son de origen eólico, fluvial, lacustre y marino. Predominan suelos arenosos y rocas sedimentarias arcillosas; estas últimas dan lugar a la aparición de terrenos anegadizos en el sector chaqueño oriental argentino-paraguayo. Así, durante la estación lluviosa (de diciembre a abril) los ríos inundan ese sector, lo que da lugar a la aparición de amplias áreas pantanosas. La dureza de la citada arcilla, que constituye unas de sus características, dificulta aún más la puesta en cultivo de sus suelos.
Posee en general un clima subtropical árido y caluroso, por lo que las diferencias zonales vienen dadas por las variaciones de temperatura (que aumentan de sur a norte) y por una disminución de las precipitaciones de este (húmedo) a oeste (árido). A lo largo de los cauces presentes en la zona oriental crecen altas cañas de palma que dan paso tierra adentro a formaciones de monte bajo y sabana (ésta última aprovechada para la puesta en marcha de explotaciones ganaderas), mientras que en el oeste se desarrolla una densa vegetación de arbustos espinosos y yermas extensiones áridas. En el bosque chaqueño de Paraguay y el norte de Argentina crece el quebracho, en concreto su variedad roja, que proporciona madera y tanino para el curtido de pieles, y cuya explotación permitió el asentamiento humano en Argentina y Paraguay. En la actualidad, el quebracho se encuentra en total regresión debido, entre otros motivos, a su lenta repoblación. Por su parte, en el Chaco austral se cultiva algodón. La fauna es abundante y variada, e incluye jaguares, ocelotes, tapires, osos hormigueros, capibaras, pecaríes y agutíes. Pájaros, reptiles, e insectos también están bien representados.
El Chaco argentino fue explorado durante el siglo XVI, pero su ocupación no prosperó debido a la belicosidad de los pueblos indígenas del lugar, que fueron sometidos militarmente a finales del siglo XIX; a partir de entonces, se inició la colonización agrícola y ganadera. Las principales ciudades de la región chaqueña son: Mariscal Estigarribia, localidad surgida a partir de un destacamento (fortín) levantado por el Ejército paraguayo, y Filadelfia, cabecera de la colonia menonita de Fernheim, ambas en el sector paraguayo del Chaco boreal; varios puertos fluviales levantados en la margen occidental del río Paraguay, entre los que destaca Villa Hayes; y las ciudades argentinas de Formosa y Resistencia. Entre 1932 y 1935 tuvo lugar en el sector boreal de esta inmensa llanura la denominada guerra del Chaco, librada entre Paraguay y Bolivia por el control de las reservas petrolíferas descubiertas en la región. El Tratado de Buenos Aires (1936) fijó los actuales límites fronterizos de la región.