sábado, 14 de abril de 2012

La constitución de Bolivia como Estado independiente


Leyes y constituciones: La constitución de Bolivia como Estado independiente

El texto siguiente refleja la situación política, económica y social de Bolivia durante el gobierno del último virrey español y en el momento de su constitución como Estado soberano e independiente, el 6 de agosto de 1825, tras la victoria del libertador Antonio José de Sucre en la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824) sobre las tropas realistas mandadas por el último virrey de Perú, José de la Serna e Hinojosa. Sucre se convirtió en el primer presidente de la nueva nación en octubre de 1826 y la capital se estableció en la ciudad de Chuquisaca, que en 1840 pasó a denominarse Sucre en su honor. Los años que siguieron a la independencia de Bolivia estuvieron marcados por la inestabilidad, debida en gran parte a los golpes de Estado militares y a los enfrentamientos bélicos con los países vecinos de Perú y Chile.
Fragmento de Bolivia.
De Patricio Rubio Romero.
Capítulo II: Siglos de historia.
Reducida la vida libre de los nativos del Altiplano y la de los grupos que se distribuían en las llanuras orientales, se inició bajo las directrices de la Corona española la estructuración de la colonia del Alto Perú. La economía de esta época giraba en gran parte en torno a la actividad minera, por cuyas dimensiones la ciudad de Potosí fue en esta primera etapa una de las más pobladas del mundo. Poco a poco fueron apareciendo los grandes mineros millonarios, de tal opulencia que uno llamado Antonio López de Quiroz escribió en el portal de su mansión: «Después de Dios, la casa de Quiroz».
Paralelamente al crecimiento de la riqueza minera comenzaron las disensiones, a veces muy violentas, entre españoles y criollos (hijos de españoles nacidos en América); pero ambos a su vez, de manera conjunta, debían hacer frente a las continuas rebeliones indígenas. Estas últimas en gran parte eran originadas por la brutal explotación de los trabajadores nativos en las minas mediante el sistema de mitas. También largas fueron las luchas internas sostenidas entre los propios españoles; particular importancia tuvo la de los vascongados con los vicuñas (castellanos, andaluces y extremeños), cuya guerra civil sólo finalizó bastante avanzada la tercera década del siglo XVII.
Como los criollos, por haber nacido lejos de la Corona, no podían ejercer funciones administrativas de alto rango, no tardó en prender en ellos la llama del espíritu independiente o nacional. Esta razón, unida al descontento generalizado provocado por los malos gobiernos virreinales y locales, hizo que todo el Alto Perú, desde el 25 de mayo de 1809, fuera escenario de continuas rebeliones, luchas de guerrillas y efímeras repúblicas.
Tres frustradas expediciones de tropas libertarias argentinas y una compuesta por gentes de Perú hicieron que este país continuara hasta el 6 de agosto de 1824 bajo el dominio del virrey español. En esta fecha, en Junín, bajo el mando de Simón Bolívar, tropas del ejército de la Gran Colombia y de Argentina, junto al importante apoyo de los nativos locales, derrotaron al ejército del virrey de Perú. Luego, en las tierras de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, el ejército libertador, al mando del venezolano Antonio José Sucre, derrotó nuevamente a las tropas del virrey Laserna. Después de esta victoria se fueron pronunciando a favor de la independencia todas las ciudades donde aún tenían el control los realistas. De esta manera, el día 6 de agosto del año 1825, Bolivia «se erige en un Estado Soberano e Independiente de todas las naciones, tanto del viejo como del nuevo continente (...)».
La nación boliviana, en el momento de su independencia, registraba en su censo algo más de un millón de habitantes; la actividad económica básica era la minera, con muy buenos dividendos, y además existía una incipiente industria manufacturera para abastecer parte de las demandas del mercado nacional. Aparte de la plata, también se exportaban en cantidades apreciables café, coca y azúcar. El régimen republicano y unitario, por expreso deseo de Bolívar y de algunos bolivianos independentistas, fue ejercido desde enero de 1826 por Sucre. Este general, entre otras cosas, decretó la división del país en departamentos, provincias y cantones, creó la escuela pública, organizó el poder judicial y, en noviembre del año 1826, hizo aprobar la Constitución del país.
En 1828, Bolivia fue invadida por tropas peruanas y se hizo cargo del gobierno de la nación el mariscal de Zepita (Santa Cruz). Este último tenía como gran meta crear la gran confederación Perú-Boliviana, que estaba inspirada en parte en el antiguo imperio inca. Esta confederación, cuya capital se estableció en Lima, fue disuelta en 1839, cuando tropas chilenas, en los campos de Yungay, vencieron a las confederadas. Esta acción permitió que en Chuquisaca los nacionalistas bolivianos se reunieran en una asamblea constituyente, escogieran como presidente al general Velasco y declararan capital de Bolivia a la ciudad antes mencionada, cuyo nuevo nombre fue el de Sucre.
Posteriormente, en 1841, tomó el gobierno del país otro militar de apellido Ballivián; luego hicieron lo mismo Belzú (1849-1855), Córdova (1855-1857) y el abogado J. M. Linares (1857-1961). Todos los gobiernos anteriormente nombrados estuvieron precedidos y finalizados por alzamientos y rebeliones, porque cada uno creía tener la mejor alternativa para el joven gobierno republicano y no daban tiempo a que se produjera la maduración de los planes del antecesor. En general, todo el resto del siglo XIX el país continuó sometido por las razones antes expuestas a golpes militares, pequeñas guerras civiles y una permanente intriga político-administrativa, lo cual, lejos de potenciar el desarrollo económico-social de la nación, incrementaba las diferencias entre los bolivianos, permitía la existencia del caudillismo y frenaba el crecimiento de la república. Nada mejor para ilustrar uno de estos gobiernos que la descripción hecha por el historiador Hernando Sanabria: «Seis años vivió el país bajo el signo de diciembre, entre excesos de poder manifestados en tropelías, exacciones y hechos de sangre y dentro de un ambiente caldeado por las pasiones políticas y entenebrecido por el terror y la presión económica (...)».
En medio de estos caos gubernamentales, Perú y Bolivia se enfrentaron con Chile en la llamada guerra del Pacífico (1879-1883), y tras este fratricida conflicto aumentó la desarticulación económico-social de Bolivia y disminuyó su territorio nacional.
Después de esta guerra, dado un continuo aumento de la producción minera en el sector de la plata, se inició un período de cierta estabilidad en la cúpula dirigente del país. Este último estuvo regido durante más de dos décadas por gobiernos conservadores elegidos de forma democrática y respaldados en sus funciones por el Parlamento. Sólo la rivalidad existente entre la ciudad capital de Sucre y la siempre económicamente creciente ciudad de La Paz provocó que, en 1899, los federalistas del segundo de los dos centros poblados nombrados emprendieran la «Campaña doméstica». Tras una serie de combates triunfó la denominada Junta Federal de Gobierno, aunque en octubre de 1899, tras la convención de Oruro, se volvió al antiguo régimen unitario de gobierno y se escogió a José Manuel Pando como presidente de Bolivia (1899-1904).
Fuente: Rubio Romero, Patricio. Bolivia. Madrid: Biblioteca Iberoamericana, Ediciones Anaya, S.A., 1988.



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