Leyes y constituciones: La
constitución de Bolivia como Estado independiente
El texto siguiente refleja la situación
política, económica y social de Bolivia durante el gobierno del último virrey
español y en el momento de su constitución como Estado soberano e
independiente, el 6 de agosto de 1825, tras la victoria del libertador Antonio
José de Sucre en la batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824) sobre las
tropas realistas mandadas por el último virrey de Perú, José de la Serna e
Hinojosa. Sucre se convirtió en el primer presidente de la nueva nación en
octubre de 1826 y la capital se estableció en la ciudad de Chuquisaca, que en
1840 pasó a denominarse Sucre en su honor. Los años que siguieron a la
independencia de Bolivia estuvieron marcados por la inestabilidad, debida en
gran parte a los golpes de Estado militares y a los enfrentamientos bélicos con
los países vecinos de Perú y Chile.
Fragmento de Bolivia.
De Patricio Rubio Romero.
Capítulo II: Siglos de historia.
Reducida la vida libre de los nativos del Altiplano y
la de los grupos que se distribuían en las llanuras orientales, se inició bajo
las directrices de la Corona española la estructuración de la colonia del Alto
Perú. La economía de esta época giraba en gran parte en torno a la actividad
minera, por cuyas dimensiones la ciudad de Potosí fue en esta primera etapa una
de las más pobladas del mundo. Poco a poco fueron apareciendo los grandes
mineros millonarios, de tal opulencia que uno llamado Antonio López de Quiroz
escribió en el portal de su mansión: «Después de Dios, la casa de Quiroz».
Paralelamente al crecimiento de la riqueza minera
comenzaron las disensiones, a veces muy violentas, entre españoles y criollos
(hijos de españoles nacidos en América); pero ambos a su vez, de manera
conjunta, debían hacer frente a las continuas rebeliones indígenas. Estas
últimas en gran parte eran originadas por la brutal explotación de los
trabajadores nativos en las minas mediante el sistema de mitas. También largas
fueron las luchas internas sostenidas entre los propios españoles; particular
importancia tuvo la de los vascongados con los vicuñas (castellanos, andaluces
y extremeños), cuya guerra civil sólo finalizó bastante avanzada la tercera década
del siglo XVII.
Como los criollos, por haber nacido lejos de la
Corona, no podían ejercer funciones administrativas de alto rango, no tardó en
prender en ellos la llama del espíritu independiente o nacional. Esta razón,
unida al descontento generalizado provocado por los malos gobiernos virreinales
y locales, hizo que todo el Alto Perú, desde el 25 de mayo de 1809, fuera
escenario de continuas rebeliones, luchas de guerrillas y efímeras repúblicas.
Tres frustradas expediciones de tropas libertarias argentinas
y una compuesta por gentes de Perú hicieron que este país continuara hasta el 6
de agosto de 1824 bajo el dominio del virrey español. En esta fecha, en Junín,
bajo el mando de Simón Bolívar, tropas del ejército de la Gran Colombia y de
Argentina, junto al importante apoyo de los nativos locales, derrotaron al
ejército del virrey de Perú. Luego, en las tierras de Ayacucho, el 9 de
diciembre de 1824, el ejército libertador, al mando del venezolano Antonio José
Sucre, derrotó nuevamente a las tropas del virrey Laserna. Después de esta
victoria se fueron pronunciando a favor de la independencia todas las ciudades
donde aún tenían el control los realistas. De esta manera, el día 6 de agosto
del año 1825, Bolivia «se erige en un Estado Soberano e Independiente de todas
las naciones, tanto del viejo como del nuevo continente (...)».
La nación boliviana, en el momento de su
independencia, registraba en su censo algo más de un millón de habitantes; la
actividad económica básica era la minera, con muy buenos dividendos, y además
existía una incipiente industria manufacturera para abastecer parte de las
demandas del mercado nacional. Aparte de la plata, también se exportaban en
cantidades apreciables café, coca y azúcar. El régimen republicano y unitario,
por expreso deseo de Bolívar y de algunos bolivianos independentistas, fue
ejercido desde enero de 1826 por Sucre. Este general, entre otras cosas,
decretó la división del país en departamentos, provincias y cantones, creó la
escuela pública, organizó el poder judicial y, en noviembre del año 1826, hizo
aprobar la Constitución del país.
En 1828, Bolivia fue invadida por tropas peruanas y se
hizo cargo del gobierno de la nación el mariscal de Zepita (Santa Cruz). Este
último tenía como gran meta crear la gran confederación Perú-Boliviana, que
estaba inspirada en parte en el antiguo imperio inca. Esta confederación, cuya
capital se estableció en Lima, fue disuelta en 1839, cuando tropas chilenas, en
los campos de Yungay, vencieron a las confederadas. Esta acción permitió que en
Chuquisaca los nacionalistas bolivianos se reunieran en una asamblea
constituyente, escogieran como presidente al general Velasco y declararan
capital de Bolivia a la ciudad antes mencionada, cuyo nuevo nombre fue el de
Sucre.
Posteriormente, en 1841, tomó el gobierno del país
otro militar de apellido Ballivián; luego hicieron lo mismo Belzú (1849-1855),
Córdova (1855-1857) y el abogado J. M. Linares (1857-1961). Todos los gobiernos
anteriormente nombrados estuvieron precedidos y finalizados por alzamientos y
rebeliones, porque cada uno creía tener la mejor alternativa para el joven
gobierno republicano y no daban tiempo a que se produjera la maduración de los
planes del antecesor. En general, todo el resto del siglo XIX el país continuó
sometido por las razones antes expuestas a golpes militares, pequeñas guerras
civiles y una permanente intriga político-administrativa, lo cual, lejos de
potenciar el desarrollo económico-social de la nación, incrementaba las
diferencias entre los bolivianos, permitía la existencia del caudillismo y
frenaba el crecimiento de la república. Nada mejor para ilustrar uno de estos
gobiernos que la descripción hecha por el historiador Hernando Sanabria: «Seis
años vivió el país bajo el signo de diciembre, entre excesos de poder
manifestados en tropelías, exacciones y hechos de sangre y dentro de un
ambiente caldeado por las pasiones políticas y entenebrecido por el terror y la
presión económica (...)».
En medio de estos caos gubernamentales, Perú y Bolivia
se enfrentaron con Chile en la llamada guerra del Pacífico (1879-1883), y tras
este fratricida conflicto aumentó la desarticulación económico-social de
Bolivia y disminuyó su territorio nacional.
Después de esta guerra, dado un continuo aumento de la
producción minera en el sector de la plata, se inició un período de cierta
estabilidad en la cúpula dirigente del país. Este último estuvo regido durante
más de dos décadas por gobiernos conservadores elegidos de forma democrática y
respaldados en sus funciones por el Parlamento. Sólo la rivalidad existente
entre la ciudad capital de Sucre y la siempre económicamente creciente ciudad
de La Paz provocó que, en 1899, los federalistas del segundo de los dos centros
poblados nombrados emprendieran la «Campaña doméstica». Tras una serie de
combates triunfó la denominada Junta Federal de Gobierno, aunque en octubre de
1899, tras la convención de Oruro, se volvió al antiguo régimen unitario de
gobierno y se escogió a José Manuel Pando como presidente de Bolivia
(1899-1904).
Fuente: Rubio Romero, Patricio. Bolivia.
Madrid: Biblioteca Iberoamericana, Ediciones Anaya, S.A., 1988.
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