Finanzas, término aplicado en
economía al conjunto de operaciones de compra-venta de instrumentos legales,
cuyos propietarios tienen ciertos derechos para percibir, en el futuro, una
determinada cantidad monetaria. Estos instrumentos legales se denominan activos
financieros o títulos valores e incluyen bonos, acciones y préstamos otorgados
por instituciones financieras.
El primer emisor de un
título valor se denomina prestatario, mientras que a la persona que compra el
título valor se la conoce como prestamista. Los prestatarios necesitan dinero
en efectivo, mientras que a los prestamistas les sobra liquidez. Cuando un
prestatario emite un título valor que adquiere un prestamista, ambas partes se
ven beneficiadas; el prestatario obtiene el efectivo que necesita y el
prestamista el derecho a obtener en el futuro el valor monetario prestado, así
como una tasa justa de beneficios (como pago de intereses).
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MERCADOS FINANCIEROS
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Las transacciones realizadas
entre el primer emisor (prestatario) y el primer prestamista son transacciones
del mercado primario. El primer prestamista puede vender los activos
financieros adquiridos en el mercado primario a otras personas, en lo que se
conoce como mercados secundarios. La compra-venta de títulos valores
negociables en los mercados secundarios no tiene consecuencias para el emisor
del título, es decir, el primer prestatario; sólo se produce una variación en
la titularidad (propiedad legal) de los títulos valores. Ejemplos de mercados secundarios
son los mercados de valores (como la Bolsa de Nueva York, la Bolsa de Londres y
la Bolsa de Tokio). Puede haber un mercado fuera de la cotización oficial del
mercado secundario.
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CLASES DE TÍTULOS VALORES
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Casi todos los títulos
valores que se negocian en los mercados secundarios pertenecen a uno de los
siguientes dos grandes grupos: bonos o acciones. Los bonos son instrumentos
crediticios, (deuda emitida normalmente por el Gobierno o las empresas): a
cambio de cierta cantidad de dinero, proporcionan un rendimiento fijo. Las
características más importantes de los bonos son su valor facial (o a la par),
su fecha de vencimiento y la tasa de cupón. El valor facial refleja la cantidad
de efectivo total que se pagará al propietario del bono a la fecha de
vencimiento, que va desde los tres meses hasta los 30 años. Antes del
vencimiento, cada año se paga el cupón, que es la tasa de cupón multiplicada
por el valor facial. Este cupón es el beneficio que obtiene el poseedor del
bono. Se fija por primera vez en el mercado primario, y no podrá cambiarse en
función de los tipos de interés prevalecientes en cada momento en la economía.
Sin embargo, lo que sí varía es el precio de mercado del bono. Cuando el cupón
es igual al tipo de interés medio que se está pagando en ese momento, el precio
de mercado del bono será igual a su valor facial. Cuando el cupón es mayor que
los tipos de interés que se están pagando, el bono se venderá a un precio
superior al del valor facial (sobre la par). Cuando el cupón que se paga es
inferior al tipo de interés del mercado, el bono se venderá con descuento (bajo
la par). El pago del cupón constituye una obligación legal, por lo que el
impago puede provocar la quiebra del emisor.
Las acciones preferentes
son parecidas a los bonos, ya que tienen un valor facial y proporcionan un
dividendo predeterminado (parecido al cupón de los bonos). La diferencia
estriba en que las acciones preferentes, a diferencia de los bonos, no tienen
un plazo de vencimiento, y en que se puede no pagar los dividendos anualmente
durante varios años, sin que ello implique la quiebra del emisor. Las acciones
ordinarias no tienen ni plazo de vencimiento ni dividendos anuales estipulados.
Estos títulos valores tienen un periodo de vida ilimitado, y sólo se pagarán
dividendos si el emisor obtiene unos beneficios satisfactorios. Dado que los
rendimientos de los bonos son los más seguros, constituyen la inversión menos
arriesgada, pero a su vez tienen un menor rendimiento. Las acciones preferentes
comportan mayores riesgos que los bonos, pero menores que los que comportan las
acciones ordinarias. Éstas son las más arriesgadas, por lo que su tasa de
rendimiento esperada es también la más elevada.
Los agentes que emiten
títulos valores pueden dividirse en públicos y privados. Los emisores privados
pueden ser individuos, sociedades y corporaciones. Los emisores públicos pueden
ser distintas instituciones gubernamentales.
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FINANZAS EN EL SECTOR PRIVADO
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Tanto los individuos,
como las sociedades y las corporaciones pueden emitir títulos valores
financieros para pagar diferentes activos que quieran adquirir. Puesto que las
corporaciones son la principal fuerza financiera del sector privado, el siguiente
análisis se centrará en la financiación de las corporaciones. Éstas pueden
adquirir más capital vendiendo acciones y bonos, o pueden financiar sus
necesidades temporales obteniendo préstamos de los bancos.
El responsable financiero
de la corporación debe decidir qué activos ha de comprar la empresa y cómo hay
que financiar esta adquisición. Las decisiones de inversión en activos dependen
de dos factores: las tasas de retorno esperadas y el riesgo. Para poder estimar
los rendimientos esperados de un proyecto se realizan análisis detallados sobre
las previsiones de ventas potenciales, gastos y beneficios esperados de la
inversión. El riesgo depende de la incertidumbre que tenga la empresa respecto
a los beneficios anuales que pueda obtener.
Las decisiones financieras
dependen únicamente del tipo de contrato financiero que minimice los costes
para la empresa. Al igual que ocurre con las decisiones de inversión en
activos, los costes financieros se expresan en función de la tasa de interés
anual. Los costes financieros de una emisión de nuevas acciones vienen dados
por los dividendos mínimos más la apreciación del precio de las acciones que el
comprador espera recibir.
4.1
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Financiación a corto plazo
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La financiación de la
deuda puede ser a corto o a largo plazo. La emisión de deuda a corto plazo debe
amortizarse en menos de cinco años. Los préstamos concedidos por bancos
comerciales son el ejemplo más frecuente de deudas a corto plazo. Las líneas de
crédito de los bancos permiten a una empresa pedir prestado un máximo
predeterminado, pero se exige que el saldo esté a cero durante uno o más meses
al año. Estas líneas de crédito no suelen estar respaldadas por una garantía.
Los bancos también ofrecen préstamos a dos o tres años, pero éstos suelen estar
avalados por los inventarios o los activos exigibles de la empresa si no se
devuelven en el plazo determinado.
Existen otros tres tipos
de financiación a corto plazo, que son los pagarés de empresas, las
pignoraciones y el factoring. Los pagarés de empresas son una deuda
emitida por una empresa que tiene un plazo de vencimiento inferior al año. Sólo
los emiten grandes empresas, financieramente solventes, y tienen un coste en
intereses ligeramente inferior al de los préstamos bancarios concedidos para
las inversiones con menores riesgos. La pignoración y el factoring son
utilizados por empresas más pequeñas con menor solidez financiera. El factoring
es la venta física de las cuentas a cobrar a los clientes. La pignoración es un
préstamo garantizado con las cuentas a cobrar a clientes de la empresa. Dado
que comportan un mayor riesgo, la pignoración y el factoring obligan a
la empresa a pagar mayores intereses que los que se pagan por los pagarés de
empresa.
Con anterioridad a 1965,
aproximadamente, todas las emisiones de deuda se vendían en el país en que
radicaba la empresa emisora. Desde entonces, la financiación internacional se
ha incrementado de manera espectacular. La mayor parte de esta financiación en
el orden internacional es a corto plazo, y tiene lugar en lo que se denomina
mercado de eurobonos; su mercado principal está en Londres. El mercado de
eurobonos permite que las empresas emitan deudas en divisas extranjeras
(principalmente en dólares) al tiempo que evita las regulaciones y restricciones
de los mercados financieros nacionales. Normalmente, al emitir este tipo de
bonos las empresas convierten las divisas en su moneda nacional. En el mercado
de eurobonos se emite deuda tanto a corto como a largo plazo. En los últimos
años se han llegado a emitir bonos con un plazo de vencimiento de hasta 50
años.
4.2
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Financiación a largo plazo
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Normalmente, la financiación
a largo plazo se lleva a cabo mediante la emisión de bonos o mediante
arrendamientos con opción de compra. Los bonos que no están avalados por algún
activo se suelen denominar obligaciones. Dado el riesgo que comportan, las
obligaciones implican una mayor tasa de rendimiento. Las emisiones de bonos
garantizados implican que éstos están avalados por algún activo, por lo que
rinden menores intereses. El arrendamiento con opción de compra es parecido a
la emisión de una deuda, con la diferencia de que el título de propiedad del
activo no se cede a la empresa que efectúa el arrendamiento. Este tipo de
financiación está aumentando gracias a sus mayores ventajas impositivas, que no
poseen los demás medios de financiación.
En algunas ocasiones,
la emisión de bonos a largo plazo permite al comprador adquirir posteriormente
acciones ordinarias de la empresa. Estos bonos convertibles permiten que el
poseedor de los bonos los intercambie por un determinado número de acciones
ordinarias. Algunas obligaciones permiten que el poseedor de los bonos compre
acciones ordinarias a un precio inferior. Desde el punto de vista de la
corporación, los bonos convertibles dan lugar, a su vencimiento, a una
ampliación de capital, mientras que las obligaciones preferentes seguirán
siendo una deuda pero también supondrán una ampliación de capital en el futuro.
Las acciones preferentes
son, de alguna manera, parecidas a los bonos. Se venden con un determinado
valor (a la par), se paga una cantidad determinada anualmente y, en caso de
quiebra, otorgan el derecho de acudir a la liquidación de los activos por
delante de los propietarios de acciones ordinarias. En otros aspectos son
análogas a las acciones ordinarias: no hay que pagar dividendos si la empresa
no tiene suficiente efectivo, y los dividendos que se pagan pueden ser mayores
en caso de que los beneficios de la empresa aumenten. Por su parte, los bonos
rinden un cupón fijo y obligatorio todos los años. Los compradores de acciones
preferenciales obtienen ventajas fiscales que no tienen los que compran bonos.
Estas ventajas fiscales hacen que las empresas emitan acciones preferenciales,
que además comportan menores costes para el emisor.
Los auténticos propietarios
de una corporación son los tenedores de acciones ordinarias; reciben la
totalidad de los beneficios, descontados los pagos de intereses de las deudas y
el pago de dividendos a las acciones preferentes. Estos beneficios se
distribuyen de dos formas: como efectivo, en forma de dividendos a los
accionistas, y como incremento del valor de las acciones ordinarias. Este
aumento (o disminución) del precio de las acciones ordinarias puede tener dos
causas: 1) La reinversión de los beneficios, para aumentar el crecimiento de la
corporación o permitir el logro de otros objetivos, aumenta el valor total de
los activos de la empresa, y por tanto, el valor de sus acciones. Si, por
ejemplo, se retiene una determinada cuantía de los ingresos por cada acción de
la empresa, el valor de cada acción debe aumentar en la misma cuantía. 2) El
cambio en las expectativas de los accionistas sobre los beneficios potenciales
futuros de la empresa hará que el precio de las acciones varíe. El rendimiento
obtenido por un accionista viene dado por el dividendo percibido más las
ganancias (pérdidas) del valor de las acciones.
4.3
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Intermediarios financieros
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Son aquellas instituciones
que obtienen recursos de un prestamista y los ofrecen a los prestatarios. Por
ejemplo, un banco comercial obtiene dinero de los depósitos de sus clientes,
las cuentas de ahorro y la venta de bonos. Después presta este dinero a individuos,
empresas o gobiernos. Existen más intermediarios financieros, como las
sociedades de valores y bolsa, los fondos mutuos de inversión mobiliaria, las
compañías de seguros y los fondos de pensiones. Estas instituciones permiten
que los pequeños ahorradores junten sus fondos y puedan diversificar sus
ahorros en varias inversiones. Además, la experiencia financiera de los
gestores de estas instituciones permite que los ahorradores obtengan mayores
rendimientos.
5
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FINANZAS EN EL SECTOR PÚBLICO
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Mediante el gasto público
los países realizan servicios demandados por los ciudadanos. A lo largo del
siglo XIX el gasto público aumentó considerablemente en todos los países,
independientemente de su sistema político. Esto se debió, en parte, a la
tendencia casi universal de ampliar los servicios gubernamentales a áreas que
antes estaban reservadas a la iniciativa privada, pero también fue debido al
crecimiento de la población, a una mayor riqueza general y a la elevación de
los niveles de vida.
El gasto público se puede
dividir en tres grandes partidas: defensa, obras públicas y programas que
favorezcan el bienestar social. Las obras públicas incluyen servicios como la
creación de carreteras, las viviendas de protección oficial y, en muchos países,
el servicio de correos, las líneas de ferrocarriles, el teléfono y los
telégrafos. Los programas que fomentan el bienestar social incluyen gastos en
el sistema sanitario, la educación y la ayuda a personas discapacitadas. El
principal ejemplo de la intervención estatal en la economía es el de la antigua
Unión Soviética, donde casi toda la industria pertenecía al Estado o estaba
bajo su control.
Cuando el gasto público
es superior a los ingresos generados por los impuestos, el déficit resultante
puede financiarse de dos maneras: mediante la emisión de obligaciones o deuda
pública respaldadas por el Gobierno, o mediante la creación de dinero.
5.1
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Imposición
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El gasto público se financia,
principalmente, mediante los impuestos. Éstos pueden ser de varios tipos:
impuestos indirectos, impuestos sobre las importaciones, impuestos sobre la
renta, impuestos sobre el valor añadido y otros mecanismos que permiten obtener
ingresos. Este es el principal medio de obtención de recursos del sector
público.
5.2
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Financiación del déficit
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Los gobiernos pueden financiar
sus déficit emitiendo deuda pública. En el ámbito nacional suele existir un
departamento con poder para emitir títulos valores a corto y a largo plazo. Los
bonos emitidos por un Gobierno están considerados como los títulos valores con
menor riesgo. Aunque, no obstante, aquí hay que diferenciar entre países. No es
lo mismo comprar un título de deuda de un país como, por ejemplo, España, que
hacerlo de Rusia o Argentina. Los gobiernos de estos últimos países tendrán que
pagar lo que se conoce como una prima de riesgo para que los inversores compren
su deuda. Es decir, los intereses de estos títulos serán mayores: a mayor
riesgo, mayor rentabilidad.
En muchos países ha aumentado
la emisión de deuda por parte de las administraciones locales municipales.
Estas emisiones son muy parecidas a las de los gobiernos centrales, pero
comportan mayores riesgos. Por ello, tienen rendimientos, después de impuestos,
superiores a los de la deuda del Gobierno central, incluso cuando el plazo de
vencimiento es el mismo. Además del mayor riesgo que comportan, estas emisiones
de deuda tienen otra característica esencial: sus ventajas fiscales. Aunque los
ingresos derivados del aumento del precio de los bonos están totalmente
sometidos a gravamen, el cupón pagado está exento de los impuestos sobre la
renta del Gobierno central, y tampoco pagan impuestos en la administración
local que los emite. Debido a este trato de favor fiscal, los rendimientos de
las emisiones antes de impuestos de las administraciones locales suelen ser
inferiores a los de la deuda pública del Gobierno central.
5.3
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Emisión de moneda
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En última instancia, el
Gobierno puede financiar sus gastos creando más dinero. Esta fuente de
financiación sólo está al alcance de los gobiernos que todavía tengan el banco
central bajo su control. Una circunstancia que no se da en las economías
industrializadas: Estados Unidos, la Unión Europea y Japón tienen un banco
central que no sigue las instrucciones del Gobierno de turno. Si el Ejecutivo
de la nación desea gastar determinada cantidad para pagar varios proyectos,
puede, por ejemplo, crear la cantidad de dinero necesaria para sus gastos. Sin
embargo, en la práctica este proceso es más complicado; la creación de dinero
depende normalmente de los bancos centrales. La oferta monetaria a menudo varía
en función de las necesidades de financiación del déficit público, o para
controlar los tipos de interés, o el nivel de la inflación, y también para
aumentar el nivel de empleo. Desgraciadamente, los procesos necesarios para
lograr estos objetivos suelen entrar en conflicto.
6
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FINANZAS INTERNACIONALES
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Los movimientos de capital
entre países pueden dividirse entre pagos corrientes e inversiones de capital.
Los pagos corrientes se refieren a los pagos por exportaciones e importaciones,
así como al pago de intereses y dividendos. Durante un año cualquiera, un
determinado país tendrá déficit o superávit en sus transacciones corrientes.
Las inversiones de capital se refieren a la compra-venta de títulos valores de
un país por parte de otro. Estas transacciones también pueden dar lugar a un
déficit o a un superávit. Un déficit neto de las transacciones corrientes y de
las inversiones de capital refleja el flujo neto de recursos financieros que
han salido de un país; un superávit neto refleja los recursos financieros que
han entrado en el país.
Cada país tiene su propia
unidad monetaria, o moneda, en la que exigirá que se le paguen los superávit
netos. El valor de una moneda en términos de otra depende, en teoría, de qué
país de los dos tiene un déficit neto frente al otro. Por ejemplo, si Estados
Unidos tiene un déficit neto en sus relaciones con la Unión Europea, el valor
del euro aumentará en relación con el dólar. Este valor relativo es el reflejo
del tipo de cambio, que expresa el coste de una unidad de una determinada
moneda en términos de otra. El aumento del valor del euro hace que las
exportaciones europeas a Estados Unidos sean más caras y que las exportaciones
de Estados Unidos a Europa sean más baratas. Por lo tanto, el déficit tendría
que equilibrarse automáticamente. Por ello, el tipo de cambio es esencial a la
hora de reequilibrar los déficit y superávit entre los distintos países.
Los movimientos de capital
han ido cobrando importancia a lo largo de las décadas de 1980 y 1990, a medida
que se liberalizaba el sistema financiero internacional y se suprimían los
controles sobre los tipos de cambio. Por ello, los especuladores monetarios y
los inversores, ayudados por los adelantos en las telecomunicaciones, pueden
mover ingentes cantidades de dinero por todo el mundo a una velocidad
vertiginosa. El poder de este sistema financiero internacional ya se ha hecho
patente en varias ocasiones. La más reciente en el verano de 1997 en Asia. Todo
comenzó en el mercado de divisas. Tailandia, sumida en una recesión, decidió
abandonar la paridad fija entre su moneda, el bath, y el dólar. En un solo día,
el bath tailandés se depreció un 18 por ciento. Los países vecinos siguieron el
ejemplo. Filipinas, Malasia, Indonesia, Taiwán y Vietman devaluaron también sus
monedas. Los tipos de interés tuvieron que subir para evitar una fuga de
capitales. Los inversores extranjeros se fueron con su dinero a otros mercados,
y se generó una importante crisis de confianza. Además, las inversiones
extranjeras se habían dedicado más bien a la especulación, sobre todo en el
mercado inmobiliario y la renta variable, y su marcha provocó una fuerte caída
de las bolsas y un aumento de la morosidad. En el verano de 1998 esta crisis se
contagió a Rusia, que procedió a devaluar el rublo y suspendió los pagos de su
deuda externa.
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