Democracia (del griego, demos, ‘pueblo’
y kratein, ‘gobernar’), sistema político por el que el pueblo de un
Estado ejerce su soberanía mediante cualquier forma de gobierno que haya
decidido establecer. En las democracias modernas, la autoridad suprema la
ejercen en su mayor parte los representantes elegidos por sufragio popular en
reconocimiento de la soberanía nacional. Dichos representantes pueden ser
sustituidos por el electorado de acuerdo con los procedimientos legales de
destitución y referéndum y son, al menos en principio, responsables de su
gestión de los asuntos públicos ante el electorado. En muchos sistemas democráticos,
éste elige tanto al jefe del poder ejecutivo como al cuerpo responsable del
legislativo. En las monarquías constitucionales típicas, como puede ser el caso
de Gran Bretaña, España y Noruega, sólo se eligen a los parlamentarios, de
cuyas filas saldrá el primer ministro, quien a su vez nombrará un gabinete.
La esencia del sistema
democrático supone, pues, la participación de la población en el nombramiento
de representantes para el ejercicio de los poderes ejecutivo y legislativo del
Estado, independientemente de que éste se rija por un régimen monárquico o
republicano.
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LA DEMOCRACIA EN LA GRECIA Y ROMA
ANTIGUAS
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El gobierno del pueblo
tuvo un importante papel en las democracias de la era precristiana. A
diferencia de las democracias actuales, las democracias de las ciudades Estado
de la Grecia clásica y de la República de Roma eran democracias directas, donde
todos los ciudadanos tenían voz y voto en sus respectivos órganos asamblearios.
No se conocía el gobierno representativo, innecesario debido a las pequeñas
dimensiones de las ciudades Estado (que no sobrepasaban casi nunca los 10.000
habitantes). La primigenia democracia de estas primeras civilizaciones europeas
no presuponía la igualdad de todos los individuos, ya que la mayor parte del
pueblo, que estaba constituido por esclavos y mujeres, no tenía reconocidos
derechos políticos. Atenas, la mayor de las ciudades Estado griegas regida por
un sistema democrático, restringía el derecho al voto a aquellos ciudadanos que
hubieran nacido en la ciudad. La democracia romana era similar a la ateniense,
aunque concediese a veces la ciudadanía a quienes no eran de origen romano. El
estoicismo romano, que definía a la especie humana como parte de un principio
divino, y las religiones judía y cristiana, que defendían los derechos de los
menos privilegiados y la igualdad de todos ante Dios, contribuyeron a
desarrollar la teoría democrática moderna.
La República romana degeneró
en el despotismo del Imperio. Las ciudades libres de las actuales Italia,
Alemania y Países Bajos siguieron aplicando algunos principios democráticos
durante la edad media, en especial, en el autogobierno del pueblo a través de
las instituciones municipales. Los esclavos dejaron de constituir una parte
mayoritaria de las poblaciones nacionales. A medida que el feudalismo
desaparecía, surgía, a su vez, una clase media comercial y rica que disponía de
los recursos y tiempo necesarios para participar en los asuntos de gobierno.
Resultado de esto fue el resurgimiento de un espíritu de libertad basado en los
antiguos principios griegos y romanos. Los conceptos de igualdad de derechos
políticos y sociales se definieron aún más durante el renacimiento, en el que
se vio potenciado el desarrollo del humanismo, y más tarde durante la Reforma
protestante en la lucha por la libertad religiosa.
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EUROPA OCCIDENTAL Y ESTADOS UNIDOS
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Comenzando con la primera
rebelión popular contra la monarquía, que tuvo lugar durante la Guerra Civil
inglesa (1642-1649), llevada a su punto culminante con la ejecución del propio
rey Carlos I, las acciones políticas y revolucionarias contra los gobiernos
autocráticos europeos dieron como resultado el establecimiento de gobiernos
republicanos, algunos autocráticos, aunque con una tendencia creciente hacia la
democracia. Este tipo de acciones estuvieron inspiradas y guiadas en gran parte
por filósofos políticos, sobre todo por los franceses Charles-Louis de
Montesquieu y Jean-Jacques Rousseau, y por los estadistas estadounidenses
Thomas Jefferson y James Madison. Antes de que finalizase el siglo XIX las
monarquías más significativas de Europa occidental habían adoptado una
constitución que limitaba el poder de la corona y entregaba una parte
considerable del poder político al pueblo. En muchos de estos países se
instituyó un cuerpo legislativo representativo creado a semejanza del
Parlamento británico. Es posible que la política británica ejerciese pues la
mayor influencia en la universalización de la democracia, aunque el influjo de
la Revolución Francesa fue de igual forma poderoso. Más tarde, el éxito de la
consolidación de las instituciones democráticas en Estados Unidos sirvió como
modelo para muchos pueblos.
Las principales características
de la democracia moderna son la libertad individual, que proporciona a los
ciudadanos el derecho a decidir y la responsabilidad de determinar sus propias
trayectorias y dirigir sus propios asuntos, la igualdad ante la ley, el
sufragio universal y la educación. Estas características han sido proclamadas
en grandes documentos históricos, como la Declaración de Independencia
estadounidense, que afirmaba el derecho a la vida, a la libertad y a la
búsqueda de la felicidad, la Declaración de los Derechos del hombre y del
ciudadano francesa, que defendía los principios de libertad civil e igualdad
ante la ley, y la Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada por la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en diciembre
de 1948. En ella se recogen los derechos civiles y políticos fundamentales que
atañen a personas y naciones, tales como la vida, la libertad, la intimidad,
las garantías procesales, la condena y prohibición de la tortura, de la
esclavitud, y los derechos de reunión, asociación, huelga y autodeterminación entre
otros. Desde su promulgación, la Declaración, aunque sólo fue ratificada por
una parte de los estados miembros, ha servido de base para numerosas
reivindicaciones políticas y civiles, en cualquier Estado.
Hacia mediados del siglo
XX todos los países independientes del mundo, a excepción de un pequeño número
de ellos, contaban con un gobierno que, en su forma si no en la práctica,
encarnaba algunos de los principios democráticos. Aunque los ideales de la
democracia han sido puestos en práctica, su ejercicio y realización han variado
en muchos países.
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LATINOAMÉRICA
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En Latinoamérica, la instauración
de los valores esenciales de la democracia se inició con el proceso de su
propia emancipación (1808-1826), al que sucedió una época de regímenes constitucionalistas.
Se promulgaron constituciones en todos los países pero se multiplicaron de
forma excesiva a consecuencia de los constantes cambios políticos y las
imposiciones de los grupos dominantes, lo que impidió una temprana
estabilización de regímenes políticos fundamentados en un sistema basado en los
principios democráticos.
El predominio del caudillismo,
las presiones de los caciques y las oligarquías, los enfrentamientos
ideológicos y la dependencia económica externa, fueron algunos de los factores
que provocaron la inestabilidad, la lucha de multitud de facciones, el
subdesarrollo y el estancamiento generalizado, que se convirtieron en rasgos
característicos de la política latinoamericana.
Se sucedieron épocas de
libertad y democracia con otras en las que se generalizaron los regímenes
autoritarios y las dictaduras militares.
Al iniciarse la década
de 1980, Latinoamérica vivía un auténtico renacer de la democracia, que se ha
extendido, a partir de los cambios ocurridos en Perú y Ecuador, a los demás
países. En casi todos ellos se manifiesta un fuerte apego a las constituciones,
que consagran los contenidos del Estado de Derecho. Quienes propugnan el
desarrollo democrático en Latinoamérica luchan, sin embargo, contra una cultura
política en la que el autoritarismo ha jugado un papel muy significativo a lo
largo de su historia. No obstante, el consenso en que la lucha por generalizar
la democracia debería ser la principal misión de los gobiernos latinoamericanos
fue la principal conclusión extraída por los jefes de Estado de la zona
reunidos en Chile durante la VI Cumbre Iberoamericana celebrada en 1996.
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