jueves, 1 de agosto de 2013

Babilonia (ciudad)


Babilonia (ciudad) (del acadio Bāb-ilim o Babilu, ‘puerta de Dios’), una de las ciudades más importantes de la antigüedad, cuya localización está hoy en día marcada por una amplia zona de ruinas al este del río Éufrates, a 90 km al sur de Bagdad, en Irak. Babilonia fue la capital del Imperio babilónico durante los milenios II y I a.C. En la antigüedad, la ciudad se beneficiaba de su posición en la importante ruta comercial por vía terrestre que conectaba el golfo Pérsico y el Mediterráneo.
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PRIMERA ÉPOCA
Aunque el emplazamiento estuvo ya ocupado durante la prehistoria, Babilonia se menciona por primera vez en documentos de finales del III milenio a.C. Hacia el 2200 a.C. se conoce como emplazamiento de un templo, y durante el siglo XXI a.C. estuvo sometida a la cercana ciudad de Ur. Babilonia se hizo una ciudad-estado independiente hacia el 1894 a.C., cuando el amorreo Sumu-Abum fundó allí una dinastía. Esta dinastía alcanzó su apogeo con Hammurabi. En el 1595 a.C. la ciudad fue capturada por los hititas, y poco después por los casitas (hacia 1590-1155 a.C.). Los casitas transformaron la ciudad-estado de Babilonia en la capital de Babilonia, región al sur de Mesopotamia. La ciudad era el centro administrativo de un gran reino. Después, probablemente en el siglo XII a.C., se convirtió también en centro religioso del reino, cuando su dios principal, Marduk, fue situado a la cabeza del panteón mesopotámico.
En el 1158, la dinastía casita cayó en manos de los elamitas del este, y Babilonia fue regida por distintas y breves dinastías hasta finales del siglo VIII a.C. cuando cayó bajo la influencia de Asiria. Senaquerib, desesperado por controlar las tribus locales, destruyó la ciudad en el 689 a.C.; su sucesor, Asaradón (que reinó entre el 681 y el 669 a.C.), la reconstruyó. En el 625 a.C., los caldeos, dirigidos por Nabopolasar, tomaron la ciudad.
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LA CIUDAD NEOBABILONIA Y SU DECADENCIA
Nabopolasar fundó la dinastía neobabilonia, y su hijo Nabucodonosor II extendió el reino hasta Palestina y Siria. La capital de Babilonia fue renovada con los nuevos edificios del templo y del palacio, grandes murallas y puertas de fortificación y caminos procesionales pavimentados; fue la mayor ciudad del mundo conocido, abarcando más de 1.000 hectáreas.
El Imperio neobabilonio duró poco tiempo. En el 539 a.C., Ciro II el Grande capturó Babilonia y la incorporó al recién fundado Imperio persa. Con los persas, Babilonia funcionó durante un corto periodo como residencia oficial del príncipe de la corona, hasta que una revuelta local en el 482 llevó a Jerjes I a arrasar los templos y el zigurat, o torre del templo, y a derribar la estatua del dios patrono Marduk.
Alejandro Magno capturó la ciudad en el 330 a.C. y proyectó reconstruirla como capital de su gran imperio, pero murió antes de poder llevar a cabo sus planes. Después del 312 a.C., Babilonia fue utilizada temporalmente como capital de los Seléucidas, que se establecieron como sucesores de Alejandro. Cuando la nueva capital, Seleucia del Tigris, se fundó en el 311 a.C., la mayor parte de la población de Babilonia se trasladó allí. Durante cierto tiempo los templos siguieron utilizándose, pero la ciudad perdió su importancia y prácticamente había desaparecido antes del surgimiento del islam durante el siglo VII d.C.
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TOPOGRAFÍA
La topografía de Babilonia se conoce mejor a partir de los niveles de ocupación de la dinastía neobabilonia, excavados por Robert Koldewey y otros arqueólogos alemanes antes de la I Guerra Mundial. En aquellas fechas, el Éufrates dividía la ciudad en dos partes desiguales: el barrio antiguo, con la mayoría de los palacios y templos en la orilla este, y la Ciudad Nueva en la orilla oeste. Cerca del centro de la ciudad, en lugar prominente, se encontraba el Esagil, templo de Marduk; al norte estaba la torre-templo de Etemenanki (el zigurat), edificio de siete plantas, popularmente relacionado con la Torre de Babel. En la esquina noroeste de la ciudad antigua se encontró un entramado de palacios y fortificaciones; los excavadores alemanes identificaron unas ruinas de esta zona con los cimientos de los jardines colgantes, una de las siete maravillas del mundo que Nabucodonosor II construyó para su esposa meda. Cerca estaba la Puerta de Istar, decorada con toros y dragones en ladrillo esmaltado. El principal camino procesional pasaba a través de esta puerta; era la ruta seguida por los líderes religiosos y políticos durante las ceremonias del festival del Año Nuevo. Otras nueve puertas importantes atravesaban las grandes murallas de fortificación interna de la ciudad, a partir de las cuáles surgían los caminos hacia los principales asentamientos de Babilonia.



Liga Árabe


Liga Árabe,  nombre informal de la Liga de los Estados Árabes, organismo supranacional que reúne a países relacionados históricamente por la cultura o la lengua árabes. Su objetivo principal es lograr la unidad de sus Estados miembros y fijar estrategias comunes en materia de cooperación, economía, relaciones exteriores y cultura.
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PAÍSES MIEMBROS
La Liga fue creada en El Cairo en 1945, y en la actualidad está integrada por 21 Estados, siete de los cuales son miembros fundadores: Egipto, Irak, Líbano, Arabia Saudí, Siria, Transjordania (Jordania, a partir de 1950) y Yemen. Más tarde se unirían Argelia (1962), Bahrein (1971), Comores (1993), Djibouti (1977), Kuwait (1961), Libia (1953), Mauritania (1973), Marruecos (1958), Omán (1971), Qatar (1971), Somalia (1974), Yemen del Sur (1967), Sudán (1956), Tunicia (1958) y los Emiratos Árabes Unidos (1971). La Organización para la Liberación de Palestina fue admitida en 1976. Egipto dejó de pertenecer a la Liga en 1979, a raíz de la firma del tratado de paz con Israel, con lo que la sede de la organización fue trasladada de El Cairo a la ciudad de Túnez. En 1987 los líderes árabes decidieron restablecer los lazos diplomáticos con Egipto, que fue readmitido en 1989, y la sede de la Liga volvió a trasladarse a su lugar original. En octubre de 2002 Libia anunció su retirada de la Liga Árabe, que se haría efectiva un año después.
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ESTRUCTURA
El órgano supremo de la Liga Árabe es el Consejo, integrado por un representante de cada Estado miembro. Este organismo marca las políticas a seguir y supervisa el cumplimiento de los objetivos y programas que anualmente se plantea la Liga. También tiene la facultad de aceptar o rechazar el ingreso de nuevos Estados a la organización, y de elegir al secretario general, que se ocupa de los aspectos técnicos y administrativos, por mayoría de dos tercios. Se reúne dos veces al año, en marzo y septiembre, aunque también puede ser convocado en sesiones extraordinarias a petición de dos miembros, siempre que la ocasión lo requiera. Cada uno de ellos dispone de un voto, y las decisiones adoptadas de forma mayoritaria son vinculantes de forma individual, solo para aquellos miembros que las han aceptado. La llamada Secretaría General está dividida a su vez en 12 departamentos encargados de cuestiones políticas, económicas, sociales y legales. Trabaja, además, con organismos vinculados a la Liga que se ocupan de aspectos técnicos, económicos y culturales.
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HISTORIA
En 1943 Egipto propuso la creación de un organismo que reuniera a todos los Estados árabes, y un año después, al finalizar la II Guerra Mundial, los jefes de Estado de los países árabes se reunieron en Alejandría, donde se firmó el protocolo que dio origen a la Liga. En aquel momento, la principal preocupación de los firmantes era el asentamiento del pueblo judío en tierras palestinas, asunto que aún constituye el conflicto principal de Oriente Próximo. De hecho, la expulsión de Egipto de la Liga en 1979 se debió a la firma de un acuerdo de paz de este país con Israel, dos años después de la sangrienta guerra del Yom Kipur, que había enfrentado a los países árabes con el Estado judío.
A lo largo de su agitada historia, la Liga ha intentado lograr la independencia y el desarrollo económico, cultural y político de sus miembros. En 1945 apoyó a Siria y Líbano en sus disputas con Francia, y solicitó la independencia del país africano. En 1948, año de la creación del estado de Israel, sus miembros se pronunciaron en contra del asentamiento de una nueva población en territorio palestino. De hecho, en 1965 intentaron implementar una estrategia militar para defender Palestina, sin éxito. Pero la Liga también ha mostrado grandes desacuerdos internos, que se vieron reflejados en situaciones como la guerra del Golfo Pérsico, que dividió a sus integrantes entre partidarios y enemigos de Estados Unidos; y la Guerra fría, durante la cual algunos países se alinearon con el bloque soviético y otros con los Estados Unidos.
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ACTIVIDADES
La Liga Árabe participa en programas sociales, culturales, económicos y políticos preparados para promover los intereses de los estados miembros. También sirve de foro para que los países coordinen sus posiciones políticas y deliberen sobre temas de interés común, resolviendo algunos litigios y controlando conflictos como los surgidos durante las guerras civiles del Líbano (1958 y 1975-1976). La Liga Árabe ha servido de plataforma para la redacción y firma de casi todos los documentos decisivos para la promoción de la integración económica entre los Estados miembros, como fue el caso de la Carta de Acción Económica Conjunta Árabe, que establecía los principios por los que se regirían las actividades económicas de la Liga. Ha tenido un importante papel en la elaboración de programas escolares y en la conservación del patrimonio cultural árabe; también ha promovido campañas de alfabetización, reproducido obras intelectuales y traducido terminología técnica moderna. Estimula medidas para luchar contra el crimen y la drogadicción, y se ocupa de temas laborales (en especial de la mano de obra árabe emigrante). La Liga ha auspiciado intercambios culturales entre los países miembros, ha fomentado programas juveniles y deportivos y ha promovido actividades destinadas al bienestar infantil.



Gran Depresión


Gran Depresión, crisis económica mundial iniciada en octubre de 1929, a causa del conocido como crac de 1929, y que se prolongó durante los primeros años de 1930, extendiéndose geográficamente desde Estados Unidos al resto del mundo capitalista. Durante la década de 1920, cuando los negocios prosperaban en Estados Unidos, la agricultura entraba en recesión. En lo que respecta a la situación europea, la hiperinflación se apoderó de la economía alemana, no pudiendo pagar las enormes reparaciones de guerra impuestas tras la I Guerra Mundial. En otros países los conflictos sociales iban en aumento.
Cuando los precios de las acciones se desmoronaron en Wall Street en 1929, los bancos estadounidenses empezaron a exigir el pago de los préstamos que habían concedido a otros países, al igual que a personas individuales que no podían devolverlos. Al mismo tiempo, aquellas personas que tenían depositado el dinero en los bancos perdieron la confianza y empezaron a retirarlo. Al no tener dinero para devolver los depósitos, muchos bancos empezaron a quebrar. La escasez de dinero implicaba que había menos dinero para invertir en las industrias y menos dinero para comprar productos agrícolas e industriales. En 1932 la mayor parte de los bancos de Estados Unidos habían tenido que cerrar.
La crisis provocó grandes tasas de desempleo y desocupación: catorce millones de personas en Estados Unidos, seis en Alemania y tres en el Reino Unido. En Australia la tasa de desempleo era incluso mayor que en Estados Unidos y el Reino Unido juntos. Se estima que la quinta parte de la población británica vivía por debajo del umbral de pobreza a mediados de la década de los años 30.
La elección para presidente de Franklin D. Roosevelt y el establecimiento del New Deal en 1932 permitió recuperar la confianza en Estados Unidos y marcó el principio del fin de la Depresión. Sin embargo, en Alemania, la desaparición de la financiación exterior, a principios de la década de 1930, y el consiguiente aumento de las dificultades económicas, dieron lugar a la aparición del nazismo y la llegada al poder de Adolf Hitler. En otros países, aparecieron grupos políticos de tendencia fascista o totalitaria que acabaron por triunfar amparados relativamente en la estela de la Gran Depresión.
En muchos países la Gran Depresión provocó un cambio en las actitudes políticas y en la actuación de los gobiernos a favor de medidas promotoras del estado del bienestar. Pero la Gran Depresión también creó las condiciones para que estallara la II Guerra Mundial.



Fascismo


Fascismo, forma de totalitarismo del siglo XX que pretende la estricta reglamentación de la existencia nacional e individual de acuerdo con ideales nacionalistas y a menudo militaristas; los intereses contrapuestos se resuelven mediante la total subordinación al servicio del Estado y una lealtad incondicional a su líder. En contraste con los totalitarismos de izquierdas identificados con el comunismo, el fascismo basa sus ideas y formas en el conservadurismo extremo. Los regímenes fascistas se parecen a menudo a dictaduras —y a veces se transforman en ellas—, a gobiernos militares o a tiranías autoritarias, pero el fascismo en sí mismo se distingue de cualquiera de estos regímenes por ser de forma concentrada un movimiento político y una doctrina sustentados por partidos políticos al margen del poder.
El fascismo hace hincapié en el nacionalismo, pero su llamamiento ha sido internacional. Surgió con fuerza por primera vez en distintos países entre 1919 y 1945, sobre todo en Italia, Alemania y España. En un sentido estricto, la palabra fascismo se aplica para referirse sólo al partido italiano que, en su origen, lo acuñó, pero se ha extendido para aplicarse a cualquier ideología política comparable. Del mismo modo, Japón soportó durante la década de 1930 un régimen militarista que presentaba fuertes características fascistas. Los regímenes fascistas también existieron en periodos variables de tiempo en muchos otros países. Incluso democracias liberales como las de Francia e Inglaterra tuvieron movimientos fascistas importantes durante las décadas de 1920 y 1930. Después de la derrota de las potencias del Eje Roma-Berlín-Tokyo en la II Guerra Mundial, el fascismo sufrió un largo eclipse, pero en los últimos tiempos ha reaparecido de forma más o menos abierta en las actuales democracias occidentales, sobre todo en Francia y en Italia.
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LAS DOCTRINAS FASCISTAS
Antes de la I Guerra Mundial, algunos escritores, entre ellos el famoso poeta italiano Gabriele D’Annunzio, y los pensadores franceses Georges Sorel, Maurice Barrès, Charles Maurras y el conde Joseph de Gobineau, expresaron ideas fascistas. Todos ellos se opusieron a los valores de la Ilustración de individualismo, democracia y racionalismo secular; y, en conjunto, sus ideas han sido presentadas como una reacción a estos valores que fueron representados por la Revolución Francesa. El libro italiano Fascisti respondió a los ideales revolucionarios de “libertad, igualdad, fraternidad” con la exhortación “¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!” En general, veneraban la fuerza: la heroica voluntad del gran líder, la fuerza vital del Estado, la mística de los uniformes y formaciones paramilitares, y la utilización no contenida de la violencia para afianzar y fomentar el poder político. La filosofía de Friedrich Nietzsche, manipulada de forma artera por la mayoría de los fascistas, facilitó ideas y consignas poderosas al fascismo, sobre todo ‘el triunfo de la voluntad’ y el símbolo ‘del superhombre’. Algunos fascistas recurrieron al cristianismo como una fuerza conservadora, mientras otros rechazaban la moralidad cristiana por reprimir la voluntad. Muchos tomaron ideas del darwinismo social sobre la lucha competitiva en y entre los estados y sobre la obligación evolutiva que tiene el fuerte de aplastar al débil: esas ideas a menudo implicaban racismo. La mayoría de los teóricos fascistas abrazó el nacionalismo extremo que, en algunos casos (Gobineau, Barrès, Maurras) incluía el antisemitismo. Como parte de su antirracionalismo, algunos propusieron un culto místico a la tradición y al Estado.
La ‘batalla por los nacimientos’ de Benito Mussolini simbolizó la visión fascista del papel de la mujer, como pilar pasivo del hogar y madres de futuros miembros de las fuerzas armadas. “La mujer —escribió el fascista italiano Ferdinando Loffredo— debe volver bajo el sometimiento del hombre, padre o esposo, y debe reconocer por lo tanto su propia inferioridad espiritual, cultural y económica”. Uniendo el feminismo militante con el marxismo y la lucha de clases, los fascistas hicieron un llamamiento a la reconciliación entre los sexos así como entre las clases sociales, pero en términos masculinos. Pierre Drieu La Rochelle, escritor francés que más tarde hizo apología de la ocupación nazi condenó el feminismo por ser una “doctrina perniciosa” y afirmó que las mujeres, carentes de las cualidades espirituales de los hombres, eran una fuente de decadencia. A pesar de esto, muchas mujeres han apoyado el fascismo, como Alessandra Mussolini, nieta de Mussolini, figura destacada del partido neofascista italiano Alianza Nacional.
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ORÍGENES
El caso Dreyfus en Francia creó el primer movimiento fascista verdadero, al unir a los conservadores con los monárquicos y otros opositores al Gobierno republicano contra los herederos de los valores franceses revolucionarios de izquierdas que intentaban anular la condena por alta traición dictada contra el oficial judío Alfred Dreyfus. Charles Maurras creó el grupo político Acción Francesa, con un ala juvenil violenta llamada los Camelots du Roi y una ideología articulada por él mismo y por Barrès. El republicanismo dominó en Francia después del caso Dreyfus, pero Maurras y Barrès habían creado un modelo para futuros movimientos. La desarticulación económica después de la I Guerra Mundial y la amenaza del comunismo surgido de la Revolución Rusa de 1917, provocaron el resurgimiento del fascismo como una importante fuerza política. Fuertes sentimientos de agravio por la derrota, o por una victoria no recompensada de un modo conveniente, en la I Guerra Mundial, crearon el soporte para futuras aventuras militares. El fascismo consiguió apoyo en todos los sectores de la sociedad, pero con especial intensidad entre los miembros de la clase media que temían la amenaza de la revolución comunista, de los empresarios que tenían temores similares, de los veteranos licenciados que no habían conseguido adaptarse a la vida civil, y de violentos jóvenes descontentos.
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FASCISMO ITALIANO
El término actual fascismo fue utilizado por primera vez por Benito Mussolini en 1919 y hacía referencia al antiguo símbolo romano del poder, los fasces, unos cuantos palos atados a un eje, que representaban la unidad cívica y la autoridad de los oficiales romanos para castigar a los delincuentes. Mussolini, el fundador del Partido Nacional Fascista italiano, inició su carrera política en las filas del Partido Socialista. En 1912, como director del principal periódico socialista italiano, Avanti!, se oponía tanto al capitalismo como al militarismo. En 1914, sin embargo, cambió de actitud pidiendo que Italia entrara en la I Guerra Mundial y se acercó a la derecha política. Influenciado por las teorías de Sorel y Nietzsche, glorificó la “acción” y la “vitalidad”. Tras la contienda, cuando diversas huelgas en las ciudades y en el campo, respaldadas por los socialistas, estallaron en toda Italia, Mussolini puso su movimiento al servicio de los empresarios conservadores y de los intereses de los propietarios de las tierras que, junto con la Iglesia católica de Roma y el Ejército, querían detener la “oleada roja”. El cambio de Mussolini le aportó el apoyo político y financiero que necesitaba y su considerable poder oratorio hizo el resto (al igual que Hitler en Alemania fue un demagogo dotado de una gran efectividad). Sus Fascios Italianos de Combate, creados en 1919 y llamados ‘Camisas Negras’ a ejemplo de los ‘Camisas Rojas’ del líder de la unificación italiana, Giuseppe Garibaldi, dieron fuerza efectiva al movimiento e implantaron la moda del estilo fascista paramilitar. En 1922, Mussolini se hizo con el control del gobierno italiano amenazando con un golpe de Estado si se rechazaban sus demandas. Al principio gobernó de manera constitucional encabezando una coalición de partidos, pronto se deshizo de los obstáculos que ponían freno a su autoridad e implantó una dictadura. Todos los partidos políticos, excepto el Partido Fascista, fueron prohibidos y Mussolini se convirtió en el Duce (el líder del partido). Se abolieron los sindicatos, las huelgas fueron prohibidas y los opositores políticos silenciados.
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EL FASCISMO EN OTROS PAÍSES
El régimen de Mussolini facilitó el modelo de fascismo característico de las décadas de 1920 y 1930. La Gran Depresión y el fracaso de los gobiernos democráticos al abordar las consecuentes dificultades económicas y el desempleo masivo, alimentaron la aparición de movimientos fascistas en todo el mundo. Sin embargo, el fascismo en los otros países se diferenciaba en ciertos aspectos de la modalidad italiana. El nacionalsocialismo alemán era más racista; en Rumania, el fascismo se alió con la Iglesia ortodoxa en vez de con la Iglesia católica romana. En España, el grupo fascista radical Falange Española fue originariamente hostil a la Iglesia católica romana, aunque después, bajo la dirección del dictador Francisco Franco, se unió a elementos reaccionarios y pro-católicos. El gobierno autoritario militar de Japón se parecía mucho al de la Alemania nazi. Dirigido por los militares ensalzaba las virtudes guerreras tradicionales y una devoción absoluta al emperador divino. Al igual que sus correligionarios alemanes, los japoneses lanzaron una fanática ofensiva hacia la expansión a través de conquistas militares. En Francia el fascismo estaba dividido en varios movimientos. Mientras que en la mayoría de los casos el fascismo prosperó en países que estaban atrasados en el plano económico o marcados por fuertes tradiciones políticas autoritarias, el fascismo galo avanzó en una de las democracias europeas más consolidadas. En 1934 unas 370.000 personas pertenecían a las diferentes organizaciones fascistas francesas, tales como Jeunesses Patriotes (Juventudes Patrióticas), Solidarité Française (Solidaridad Francesa), Croix de Feu (Cruz de Fuego), Action Française (Acción Francesa) y Francistes (Francistas). Más de 100.000 de entre ellos se congregaban en París.
En Gran Bretaña, la Unión de Fascistas Británicos, de Oswald Mosley, disfrutó de un breve apogeo de publicidad de su formación en 1932 hasta su colapso definitivo en 1936 cuando se prohibieron los uniformes paramilitares, pero tuvo poco apoyo público. Del mismo modo, el fascismo belga tuvo su punto álgido en la primera mitad de la década de 1930 y se reanimó por poco tiempo bajo la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial. En Noruega, el fascismo atrajo a algunos simpatizantes notables como Vidkun Quisling y el premio Nobel de Literatura Knut Hamsun, pero del mismo modo necesitó de la ocupación alemana para disfrutar de algún poder político.
El fascismo disfrutó de un mayor éxito en el periodo de entreguerras en los países del este y del sur de Europa. En Austria Engelbert Dollfuss, canciller desde 1932, disolvió la República austriaca y dirigió un régimen proto-fascista en alianza con Mussolini hasta que fue asesinado en 1934 por militantes nacionalsocialistas que pretendían la unión con la Alemania nazi. El régimen personal que estableció Miklós Horthy en Hungría, en 1920, precedió en realidad a Mussolini en Italia como la primera dictadura nacionalista de entreguerras pero Horthy no era totalmente un fascista y los fascistas húngaros sólo consiguieron el poder bajo la ocupación alemana, de 1944 a 1945. En Rumania, un fuerte antisemitismo inspiró un violento movimiento llamado la Guardia de Hierro, que convulsionó la política del país desde la década de 1920 hasta su aniquilación por el Ejército rumano bajo Ion Antonescu durante la contienda civil que siguió a la abdicación del rey Carol II en 1940. Los fuertes antagonismos culturales y religiosos en Croacia y Bosnia llevaron a la creación de la Ustaša, un grupo fascista católico que, bajo los auspicios del Eje, llevó a cabo terribles pogromos de judíos y serbios ortodoxos desde 1941 hasta 1945. El régimen dictatorial impuesto por António de Oliveira Salazar en Portugal en 1932 poseía notables características fascistas, sin exhibir el totalitarismo extremo del nazismo o de movimientos de otros lugares.
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FASCISMO DE POSGUERRA Y NEOFASCISMO
La derrota de Alemania e Italia en la II Guerra Mundial desacreditó al fascismo en Europa en el periodo de posguerra. Países como España y Portugal, cuyos gobiernos fascistas se mantuvieron en el poder después de la contienda, pasaron del totalitarismo al autoritarismo, y difuminaron sus rasgos fascistas. La ulterior recuperación económica suprimió el descontento social que había contribuido a la expansión del fascismo de preguerra y en la mayoría de los países democráticos el fascismo pareció destinado a un exilio permanente en una franja política residual. No obstante, durante las décadas de 1980 y 1990 el fascismo reapareció en algunos estados democráticos occidentales. Sus manifestaciones más evidentes, englobadas de forma genérica bajo la denominación 'neofascismo', se materializaron en actitudes de tipo racista y xenófobo frente a inmigrantes del Tercer Mundo y en la desilusión respecto a los partidos políticos que representaban la legalidad democrática.



Limburgo (Países Bajos)


Limburgo (Países Bajos) (en neerlandés, Limburg), provincia de los Países Bajos situada en el sureste del país. Limita al norte con la provincia de Güeldres, al noroeste y oeste con Brabante Septentrional, al suroeste y sur con Bélgica, y al este con Alemania. Limburgo ocupa una superficie de 2.167 km², atravesada por varios canales, como el Juliana y el Alberto.
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GEOGRAFÍA FÍSICA
La parte septentrional se extiende sobre una llanura areno-arcillosa drenada por el Mosa y su afluente el Roer; la meridional constituye una meseta gredosa, cubierta por loess, que se alza al oeste del Mosa y alcanza su mayor altitud al sur, en el pico Vaalserberg (321 m), en la frontera con Alemania y Bélgica.
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ECONOMÍA
Limburgo presenta una agricultura diversificada, donde los cultivos de cereales (principalmente trigo) y remolacha azucarera conviven con los productos hortícolas y frutales. Cuenta, además, con una rica ganadería porcina, bovina, ovina y avícola, granjas de productos lácteos y una industria que está atravesando momentos difíciles. Maastricht, la capital provincial, es el principal centro industrial (papel, cerámica y cemento), comercial y cultural del sur de los Países Bajos, aunque también las ciudades de Roermond, Sittard, Venlo y Weert poseen una notable actividad económica centrada en la industria metalúrgica, electrónica, de instrumentos ópticos, confección y química. Hasta 1975, en esta región, prolongación de la cuenca alemana del Ruhr, se explotaron los yacimientos de hulla, hoy agotados.
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HISTORIA
Limburgo se constituyó como un condado. Pasó a formar parte del ducado de la Baja Lorena hasta que el duque de Brabante adquirió sus derechos, en 1288, dando lugar al ducado de Limburgo. Por la Paz de Westfalia (1648), el territorio fue dividido entre las Provincias Unidas y los Países Bajos españoles. Fue anexionado a Francia en 1794. Tras el periodo de dominación francés, pasó a integrar el recién constituido Reino de los Países Bajos, en 1815. Después de la secesión de Bélgica y tras la firma del tratado de 1839 por Holanda y Bélgica, estas tierras fueron una vez más divididas entre las provincias belga y holandesa de Limburgo. Desde esta fecha y hasta 1866, el territorio de Maastricht dependió de la Confederación Germana. El 7 de febrero de 1992, tuvo lugar en la capital de Limburgo la firma del Tratado de Maastricht, ratificado por todos los estados miembros de la Comunidad Europea (hoy Unión Europea). Población (2003), 1.141.889 habitantes.



Países en vías de desarrollo


Países en vías de desarrollo, término amplio en el que se engloba al conjunto de países en los que, debido a distintas carencias estructurales, una parte importante de su población vive en situación de pobreza, no teniendo acceso a unas condiciones mínimas alimenticias, de salud, educación, vivienda y/o servicios básicos. La definición de país en vías de desarrollo vendría a adaptar, al paso del tiempo, la de ‘país del tercer mundo’, concepto que se acuñó durante la Guerra fría, cuando dos bloques hegemónicos opuestos, el bloque occidental liderado por Estados Unidos (Primer Mundo) y el de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y sus aliados (Segundo Mundo), parecían dominar la política internacional. Dentro de este modelo bipolar, el Tercer Mundo lo componían los países menos desarrollados en materia económica y tecnológica (que no pertenecieran a ningún bloque). Pese a que dentro de este concepto se agrupaban países con desigual nivel de desarrollo, y muy diversos desde el punto de vista político, religioso y cultural, los estados del Tercer Mundo contaban con ciertos rasgos característicos: una proporción importante de su población viviendo bajo el umbral de la pobreza; dependencia económica del exterior; participación secundaria en un sistema internacional dominado por los bloques occidental y soviético; y, en el caso de los países asiáticos y africanos, acceso reciente a la independencia política.
Dentro de la Asamblea General de Naciones Unidas gran parte de los estados del llamado Tercer Mundo se agruparon en torno al ‘movimiento de países no alineados’ con el fin de articular y potenciar demandas comunes (lucha contra el colonialismo y el imperialismo, desarrollo socio-económico de sus pueblos, entre otras), constituyendo un grupo organizado, con una política y un voto consensuado entre sus componentes. Los cambios políticos y económicos que aceleraron el colapso del bloque soviético en la década de 1990 hicieron que el término (Tercer Mundo) fuera menos apropiado para referirse a este conjunto de países. Otro término que se ha utilizado tradicionalmente es el de ‘países subdesarrollados’, pero esta expresión parece poco adecuada por tener asociadas connotaciones negativas.
Si bien no hay un acuerdo sobre el indicador a usar para clasificar a los ‘países en vías de desarrollo’, el más acertado parece ser el índice de desarrollo humano (IDH) del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que incluye tres elementos: expectativa de vida al nacer; producto interior bruto (PIB) per cápita y el grado de instrucción (combinación de la tasa de alfabetismo y el índice de escolarización). No obstante, dentro de este amplio grupo encontramos países como México, Brasil o la India, con un asentado aparato económico, industrial y científico y con un IDH medio/alto (dentro de la definición del PNUD), por su grado de avance relativo (no desprovisto de grandes disparidades interiores). Los países de este grupo de avanzada son denominados también ‘Estados emergentes’. A su vez, en el lado opuesto, nos encontramos estados mucho más atrasados en términos de ingresos, desarrollo humano, vulnerabilidad económica y alimenticia. Naciones Unidas ha creado el término ‘Estados menos desarrollados’ para englobar a estos países y poder enfocar con más éxito su atención y necesidades. Con este fin se creó en diciembre de 2001 la Oficina del Alto Representante para los Estados Menos Desarrollados. A pesar de esta enorme divergencia, se podría señalar como característica común a los países en vías de desarrollo el rezago en términos de desarrollo humano de un segmento importante de su población, característica que en la gran mayoría de los casos va unida a un alto nivel de desigualdad social y a una debilidad institucional e inestabilidad política. En torno a las dos terceras partes de la población mundial habita en países en vías de desarrollo (mayoritariamente en Latinoamérica, África y Asia).



Países Bálticos


Países Bálticos, conjunto de repúblicas independientes formado por Estonia, Letonia y Lituania, situado en la costa este del mar Báltico. Comprende el territorio ocupado por las provincias bálticas y algunas zonas de antiguas regiones rusas, como en el caso de Vilna y Kaunas. Se constituyeron como estados en 1918 y se incorporaron a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1940, durante la II Guerra Mundial. Fueron ocupadas por Alemania en 1941, pero la URSS las reconquistó en 1944 y, hasta 1991, han formado parte de ésta.



Tratado


Tratado, en Derecho internacional, acuerdo escrito concluido por dos naciones soberanas o por una nación y una organización internacional (por ejemplo, la Unión Europea). La facultad de concertar tratados es un atributo esencial de la soberanía. El principio de que los tratados concluidos de forma correcta son obligatorios para los signatarios, que deben adherirse a los mismos de buena fe, es una regla cardinal del Derecho internacional.
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VALIDEZ
Para que un tratado internacional sea válido, ambas partes deben poseer la capacidad necesaria para concertar tratados. Los plenipotenciarios que los negocien han de estar autorizados de la forma conveniente, y actuar con completa libertad. Un tratado no es válido si ha existido amenaza o fuerza que violen los principios del Derecho internacional consagrados en la Carta de las Naciones Unidas.
Los tratados de paz celebrados después del cese de las hostilidades eran considerados por lo general como nulos debido a la existencia de la contienda bélica. Sin embargo, en 1932 los Estados Unidos establecieron una política que reconocía la validez de los tratados celebrados por medios contrarios al Pacto Briand-Kellogg, conocido asimismo como Tratado de París. Este principio, conocido como doctrina Stimson, se adoptó por la Sociedad de Naciones, y con posterioridad fue llevado, junto con otros principios análogos, a la Convención de Viena de 1969.
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CONTENIDO
Las finalidades que persiguen los Estados cuando conciertan tratados son ilimitadas en la práctica. Incluyen la adquisición de territorio extranjero, la cesión de territorio propio, la delimitación y rectificación de fronteras, la promesa de ayuda recíproca, la garantía de inversiones exteriores, la extradición de personas acusadas por algún delito o condenadas por ello y otros numerosos supuestos. Los tratados pueden ser bilaterales, pero también multilaterales, como sucede con las convenciones de Derecho del mar, la de los derechos humanos o las que regulan los privilegios e inmunidades diplomáticas. Los tratados multilaterales constituyen la base para la formación de organizaciones internacionales y la determinación de sus funciones y potestades.
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TIPOS DE TRATADOS
Los tratados tienen contenido político o comercial. Los políticos pueden, por ejemplo, referirse a la mutua defensa en caso de ataques exteriores (que no serán válidos, por supuesto, si violan la Carta de las Naciones Unidas), a la garantía y respeto de un determinado estatus (así, se acuerda que una de las partes será considerada neutral en una guerra concreta). También pueden referirse a la preservación de las fronteras existentes. Los tratados comerciales regulan cuestiones económicas, como la reducción de aranceles para los productos importados que procedan de la otra parte del acuerdo. Más recientemente, estos tratados contienen la llamada “cláusula de nación más favorecida”, con lo que cada signatario deberá dispensar al otro el mismo tratamiento que se haya dado ya o se dé en el futuro a una tercera nación. El tratado multilateral más importante de este tipo es el GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio), que asegura igual tratamiento a los nacionales de cualquiera de los países signatarios. Otro tipo de tratados establece el sometimiento de las disputas entre las partes al arbitraje de tribunales especiales o de instituciones como el Tribunal Permanente de Arbitraje o el Tribunal Internacional de Justicia.
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CONCLUSIÓN Y RATIFICACIÓN
El Derecho internacional no prescribe una forma fija preestablecida para la conclusión de los tratados, ni un procedimiento específico para ello. Un acuerdo firmado por funcionarios autorizados puede ser concluido por medio del intercambio de notas diplomáticas, o por la firma de una o más copias del texto que supongan el consentimiento de los respectivos gobiernos. Muchos tratados requieren ratificación por cada una de las partes, de modo que, una vez se ha alcanzado el acuerdo sobre el texto definitivo y firmado el documento, se ha de proponer la ratificación por parte del Parlamento o de la autoridad que en las normas constitucionales de cada una de las partes tenga reservada esta facultad de ratificación.
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TÉRMINO DE VIGENCIA
Los tratados pierden su vigencia por diversas causas. Puede el propio tratado establecer un plazo de duración determinado, o autorizar a una de las partes a darlo por extinguido con comunicación a la otra parte o consignar una fecha concreta para su terminación. También puede ocurrir que una de las partes incumpla sus obligaciones (desistimiento unilateral), que por regla general entraña medidas de sanción. Una forma peculiar de extinción puede ser la propia de la cláusula “rebus sic stantibus”, que significa que el tratado se celebró teniendo en cuenta las circunstancias concretas del momento, y que tales circunstancias ya no se dan, por haberse producido un cambio sustancial en las mismas (por ejemplo, el tratado tenía en cuenta las condiciones de la economía internacional, pero una crisis mundial hace que ya no tenga sentido seguir aplicando ese criterio).
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LA CONVENCIÓN DE VIENA
Las reglas del Derecho internacional sobre celebración, validez, efectos, interpretación, modificación, suspensión y término de vigencia de los tratados internacionales fueron codificadas en la Convención de Viena de 1969, en una conferencia que tuvo lugar por resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas. Participaron representantes de ciento diez naciones, entre las que se encontraban la mayor parte de los miembros de las Naciones Unidas, así como alguna nación que no era miembro en aquel momento, como Suiza. La Comisión de Derecho Internacional preparó el acuerdo, y la Convención entró en vigor en enero de 1980, con la ratificación de 35 naciones.



Unión aduanera


Unión aduanera, asociación que se establece entre dos o más países con el fin de eliminar o reducir entre los países firmantes las barreras arancelarias al comercio, y para adoptar un arancel exterior común, así como una misma política comercial. Las uniones aduaneras se crearon para reducir el costo de importación de mercancías y para ampliar los mercados. Su creación favorece el comercio y la industria dentro de la unión al permitir que cada país miembro se especialice en la producción de los bienes que producen de forma más eficiente debido, sobre todo, a sus dotaciones de recursos. Además, permite que los países importen a precios menores bienes que necesitan, ya sea para producir otros bienes, o porque no pueden fabricarlos.
Ejemplos de acuerdos actuales relacionados con este tipo de asociaciones serían la Unión Europea (aunque su ámbito haya superado el puramente comercial), el Mercosur y el Tratado de Libre Comercio Norteamericano.



Estado de bienestar


Estado de bienestar, proyecto y modelo de sociedad que constituye el principal punto programático de gran número de ideologías y partidos políticos actuales. El concepto, surgido en la segunda mitad del siglo XX, parte de la premisa de que el gobierno de un Estado debe ejecutar determinadas políticas sociales que garanticen y aseguren el ‘bienestar’ de los ciudadanos en determinados marcos como el de la sanidad, la educación y, en general, todo el espectro posible de seguridad social. Estos programas gubernamentales, financiados con los presupuestos estatales, deben tener un carácter gratuito, en tanto que son posibles gracias a fondos procedentes del erario público, sufragado a partir de los imposiciones fiscales con que el Estado grava a los propios ciudadanos. En este sentido, el Estado de bienestar no hace sino generar un proceso de redistribución de la riqueza, pues, en principio, las clases inferiores de una sociedad son las más beneficiadas por una cobertura social que no podrían alcanzar con sus propios ingresos.
En general, casi todos los grupos políticos de las sociedades desarrolladas ejercitan políticas tendentes a conseguir un cierto Estado de bienestar. Pese a ello, sí existen diferencias entre las políticas que en este sentido aplican los partidos de tendencia liberal más conservadora (que entienden el Estado de bienestar como la garantía de que ningún individuo subsista por debajo de un mínimo umbral de calidad de vida) y las formaciones socialistas o socialdemócratas (para las cuales el Estado de bienestar significa la posibilidad de construir una sociedad más justa y solidaria).



Soberanía


Soberanía, poder o autoridad que posee una persona o un grupo de personas con derecho a tomar decisiones y a resolver conflictos en el seno de una jerarquía política. El hecho de poder tomar estas decisiones implica independencia de los poderes externos y autoridad máxima sobre los grupos internos. El concepto de soberanía surgió cuando los europeos de los siglos XVI y XVII empezaron a buscar fundamentos laicos sobre los que basar la autoridad de los incipientes estados nacionales. En el campo de las relaciones internacionales, un Estado soberano es igual a los demás: puede gobernar su propio territorio, declarar la guerra, o regular su estructura política, por ejemplo. El Derecho internacional contemporáneo y los tratados que vinculan a las naciones han modificado, sin embargo, la libre soberanía absoluta concebida hace cuatro siglos. En la actualidad, la Organización de las Naciones Unidas es el principal organismo legal que ejerce un control sobre la soberanía de forma relativa y de modo consensuado.
En lo relativo a la autoridad que una nación ejerce sobre sus ciudadanos, la soberanía se puede encontrar en oposición directa con la expresión política. Una de las primeras funciones del Estado es la de proveer las condiciones para su supervivencia. En principio, un modo de mejorar las posibilidades de supervivencia consiste en eliminar la disensión interna, mas esto ocurre en regímenes totalitarios donde la noción de gobierno y Estado se confunden y alienan. No obstante, este disenso es el resultado lógico de las políticas de los gobiernos que representan a diversos partidos políticos y posturas. En las democracias modernas, por lo tanto, el ejercicio de la soberanía se ve limitado en los momentos en los que la supervivencia está en juego, como por ejemplo, en épocas de guerra.



Gobierno


Gobierno, organización política que engloba a los individuos y a las instituciones autorizadas para formular la política pública y dirigir los asuntos del Estado. Los gobiernos están autorizados a establecer y regular las interrelaciones de las personas dentro de su territorio, las relaciones de éstas con la comunidad como un todo, y las relaciones de la comunidad con otras entidades políticas. Gobierno se aplica en este sentido tanto a los gobiernos de Estados nacionales como a los gobiernos de subdivisiones de Estados nacionales, por ejemplo condados y municipios. Organizaciones tales como universidades, sindicatos e iglesias, son en general también gubernamentales en muchas de sus funciones. La palabra Gobierno puede referirse a las personas que forman el órgano supremo administrativo de un país, como en la expresión 'el gobierno del presidente Ernesto Zedillo'.
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CLASIFICACIONES
Los gobiernos se clasifican de diversas maneras y según distintos puntos de vista; muchas de las categorías inevitablemente se solapan. Una clasificación familiar es la que distingue la monarquía de los gobiernos republicanos. Los estudiosos de la época contemporánea, en particular del siglo XX, han subrayado las características que distinguen a los gobiernos democráticos de las dictaduras. En una clasificación de gobiernos, los gobiernos federales se diferencian de los estados unitarios. Los estados federales, como Estados Unidos y Suiza, son uniones de estados en los que la autoridad del Gobierno central o nacional está limitada constitucionalmente por los poderes establecidos legalmente en las subdivisiones que los constituyen. En México, república federal, se repite el esquema organizativo del gobierno central en los 31 estados del país: el poder ejecutivo lo ejerce el presidente (o el gobernador), el legislativo reside en el Congreso (o Cámara de diputados), y el judicial la Suprema Corte de Justicia (o Tribunales Superiores). En los estados unitarios, como Gran Bretaña y España, las subdivisiones constituyentes del Estado están subordinadas a la autoridad del gobierno nacional. El grado de subordinación varía de país en país. Puede variar también dentro de un mismo país de una época a otra y según las circunstancias; por ejemplo, la autoridad central del gobierno nacional en Italia creció mucho de 1922 a 1945, durante el periodo de la dictadura fascista. En una clasificación de naciones democráticas, los gobiernos parlamentarios o consejos de ministros difieren de los sistemas presidencialistas. En los gobiernos parlamentarios, de los que son ejemplo Gran Bretaña, India y Canadá, el poder ejecutivo está subordinado al Parlamento. En gobiernos presidencialistas, como Francia, Estados Unidos y la mayoría de los países de América Latina, el ejecutivo es independiente del legislativo, aunque algunas de las acciones del ejecutivo se someten a una revisión del legislativo. Otras clasificaciones dependen de las diversas formas gubernamentales y poderes entre las naciones del mundo.
Según la teoría de ciencia política que prevalece, la función del gobierno es asegurar el bienestar común de los miembros de los grupos sociales sobre los que ejerce control. En diferentes épocas históricas, los gobiernos han procurado lograr el bienestar común por diferentes métodos. Entre los pueblos primitivos, los sistemas de control social eran rudimentarios; surgían directamente de las ideas del bien y el mal comunes a los miembros de un grupo social y se imponían a los individuos principalmente a través de la presión del grupo. En pueblos más desarrollados, los gobiernos asumían formas institucionales; descansaban sobre bases legales definidas, imponían castigos a los que violaban la ley y empleaban la fuerza para consolidarse y desempeñar sus funciones.
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HISTORIA
Los imperios despóticos de Egipto, Sumer, Asiria, Persia y Macedonia fueron seguidos por el nacimiento de las ciudades-estados, las primeras comunidades autogobernadas, en las que el gobierno de la ley predominaba y los funcionarios estatales eran responsables frente a los ciudadanos que los elegían. Las ciudades-estados de Grecia, como Atenas, Corinto y Esparta, y de la parte de Asia Menor dominada o influenciada por los griegos, proporcionaron el material para las teorías políticas especulativas de Platón y Aristóteles. El sistema aristotélico de clasificación de Estados, que influyó en el pensamiento político posterior durante siglos, se basaba en un criterio simple: los buenos gobiernos son aquellos que mejor sirven al bien general; los malos gobiernos son los que subordinan el bien general al bien de las personas en el poder. Aristóteles establecía tres categorías de gobiernos: monarquía, gobierno de una sola persona; aristocracia, gobierno de una minoría selecta, y democracia, gobierno de muchos. Los filósofos griegos posteriores, influenciados por Aristóteles diferenciaban tres formas degeneradas de las clases de gobierno definidas por él. Distinguían, por tanto, la tiranía, el gobierno de una persona en su propio interés; oligarquía, el gobierno de unos pocos en su propio interés y la oclocracia (democracia radical), gobierno de la multitud o de la plebe. Otras categorías de trascendencia histórica son la teocracia, gobierno de líderes religiosos como en los primeros califatos islámicos y la burocracia, el dominio del gobierno por funcionarios de la administración, como en la China imperial.
La Roma clásica, que evolucionó de una ciudad-república a núcleo de un imperio mundial, también tuvo gran influencia en el desarrollo del gobierno en el mundo occidental. Esta influencia derivó en parte del gran logro romano en la formulación precisa por primera vez del principio de que la ley constitucional, que establece la soberanía del Estado, es superior a la ley común, que es originada por decretos legislativos.
Después de la caída de Roma, la idea romana de un dominio universal sobrevivió durante la edad media con la formación del Sacro Imperio Romano Germánico; y también, en parte, por el establecimiento, a través del Derecho canónico y los tribunales eclesiásticos con jurisdicción sobre los asuntos seculares, del órgano rector de la Iglesia católica romana. El efecto de estas influencias fue retrasar el desarrollo de territorios nacionales y gobiernos después de las tendencias en esa dirección que se habían manifestado entre los principados feudales de Europa. Por otro lado, la lucha de los señores feudales por limitar el poder absoluto de sus monarcas produjo finalmente numerosas contribuciones a la teoría e instituciones del gobierno representativo. Durante la edad media surgieron las ciudades-estado mercantiles de Europa que formaron la Liga Hanseática y las poderosas ciudades-repúblicas italianas o comunas.
La definitiva aparición de gobiernos nacionales se atribuye a dos causas principales. Una comprende un número de causas económicas subyacentes, una gran expansión del comercio y el desarrollo de las manufacturas. Estas condiciones empezaron a minar el sistema feudal, que se basaba en unidades económicas aisladas y autosuficientes, y a hacer necesaria la creación de grandes unidades políticas. La otra causa fue la Reforma, que logró eliminar la influencia de la Iglesia católica que frenaba el desarrollo político en algunos países europeos.
La nación-estado moderna se convirtió en una forma definitiva de gobierno en el siglo XVI. Era casi dinástica y autocrática en su integridad. La voluntad del monarca reinante, en teoría y a menudo en la práctica, era ilimitada; el famoso aforismo del rey Luis XIV de Francia, 'L'État, c'est moi' ('El Estado soy yo'), no era una jactancia infundada, sino una expresión de la realidad existente. Con el tiempo, sin embargo, la demanda de la burguesía de un gobierno constitucional y representativo se hizo sentir, y los poderes ilimitados de los monarcas empezaron a ponerse en duda. En Inglaterra, la Revolución Gloriosa de 1688 restringió tales poderes y estableció la preeminencia del Parlamento. Esta tendencia culminó en dos acontecimientos de importancia histórica, la guerra de Independencia estadounidense, que comenzó en 1775, y la Revolución Francesa, en 1789. Por lo común los historiadores datan el origen del gobierno democrático moderno a partir de estos hechos.
La historia del gobierno en el siglo XIX y parte del XX es importante para la ampliación de la base política del ejecutivo mediante la extensión del sufragio y otras reformas. Una tendencia que se ha acentuado en el siglo XX ha sido el desarrollo y realización del concepto de que el gobierno, además de mantener el orden y la administración de justicia, debe ser un instrumento de administración de los servicios públicos y sociales incluidos, entre muchos otros, la conservación de los recursos naturales, la investigación científica, la educación y la seguridad social. Entre 1945 y 1951, el gobierno laborista de Gran Bretaña amplió las responsabilidades del Gobierno al incluir la nacionalización de un número de industrias básicas en la necesidad de una planificación económica rigurosa. Otros avances relevantes del siglo XX fueron la aparición del Estado corporativo y de los gobiernos totalitarios en diversos países, y de la primera, así llamada, dictadura del proletariado de la historia, la de la Unión Soviética (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas). De finales de la década de 1940 a finales de la de 1980, la mayoría de los países de Europa del Este, adyacentes o próximos a la URSS, tuvieron gobiernos en muchos aspectos similares. En América Latina, una de las experiencias más sugestivas en la reformulación del Gobierno conformado por vías institucionales es la que se desarrolló en Chile entre 1970 y 1973. Inspirada en el programa de la coalición de Unidad Popular, encabezada por el doctor Salvador Allende, activó la nacionalización de la banca y la limitación de los beneficios de los monopolios multinacionales en campos como el de la minería y la industria. Propulsó así mismo proyectos de reforma agraria y de servicios sociales, malogrados por el golpe de Estado que dirigió el general Pinochet, que implantó una dictadura militar que se prolongaría hasta las elecciones presidenciales de diciembre de 1989, en que una coalición de partidos democráticos impulsó el proceso de transición hacia la recuperación del régimen de libertades.



Territorio


Territorio, espacio sobre el que se asienta la comunidad nacional. Sobre el territorio, sin embargo, existen dos visiones no siempre coincidentes. La primera, variable a lo largo de la Historia, es de índole política; la segunda responde a concepciones jurídicas que se derivan del Derecho internacional y del Derecho de Estado. En el ámbito político, el territorio es definido por teorías que lo consideran un elemento constitutivo de los Estados, entre la población y el Gobierno; como el objeto y límite de la acción institucional, pues el territorio sería el lugar donde las autoridades ejercitan el poder y, con una clara orientación autoritaria, que algunos analistas repudian, un ámbito en expansión, como se desprende de los postulados nacionalsocialistas del 'espacio vital', fundamentados sobre todo en interpretaciones racistas. En el mundo anglosajón, el territorio tiene una acepción diferente. En los Estados Unidos de América se denomina de esta forma a una sección hasta cierto punto autónoma del territorio nacional que no ha alcanzado la categoría de estado. Los territorios son: Columbia (distrito federal), en el continente, y Samoa Oriental y Guam, en el Pacífico. Puerto Rico fue territorio estadounidense hasta 1952. Alaska y Hawai, estados número 49 y 50 de los Estados Unidos, respectivamente, fueron territorios hasta 1959. Los territorios no están representados con regularidad en el Congreso de los Estados Unidos, pero se les permite enviar un delegado, al que se concede un escaño en la Cámara de representantes, con derecho a participar en los debates pero sin derecho al voto.



Estado


Estado, denominación que reciben las entidades políticas soberanas sobre un determinado territorio, su conjunto de organizaciones de gobierno y, por extensión, su propio territorio.
La característica distintiva del Estado moderno es la soberanía, reconocimiento efectivo, tanto dentro del propio Estado como por parte de los demás, de que su autoridad gubernativa es suprema. En los estados federales, este principio se ve modificado en el sentido de que ciertos derechos y autoridades de las entidades federadas, como los länder en Alemania, los estados en Estados Unidos, Venezuela, Brasil o México, no son delegados por un gobierno federal central, sino que se derivan de una constitución. El gobierno federal, sin embargo, está reconocido como soberano a escala internacional, por lo que las constituciones suelen delegar todos los derechos de actuación externa a la autoridad central.
Aunque el siglo XX ha sido escenario del nacimiento de muchas instituciones internacionales, el Estado soberano sigue siendo el componente principal del sistema político internacional. Desde esta perspectiva, un Estado nace cuando un número suficiente de otros estados lo reconocen como tal. En época moderna, la admisión en la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y en otros organismos internacionales proporciona una constancia eficiente de que se ha alcanzado la categoría de Estado.
La ONU es una de las muchas instituciones que han surgido de la creciente interdependencia de los estados. El Derecho internacional ha proporcionado durante siglos un modo de introducir cierto margen de pronóstico y orden en lo que, en un sentido técnico, constituye todavía un sistema anárquico de relaciones internacionales. Otros vínculos internacionales son posibles gracias a tratados, tanto bilaterales como multilaterales, alianzas, uniones aduaneras, y otras uniones voluntarias realizadas para mutuo beneficio de las partes implicadas. No obstante, los estados disponen de libertad para anular estos vínculos, y sólo el poder de otros estados puede impedírselo.
En el plano nacional, el papel del Estado es proporcionar un marco de ley y orden en el que su población pueda vivir de manera segura, y administrar todos los aspectos que considere de su responsabilidad. Todos los estados tienden así a tener ciertas instituciones (legislativas, ejecutivas, judiciales) para uso interno, además de fuerzas armadas para su seguridad externa, funciones que requieren un sistema destinado a recabar ingresos. En varios momentos de la historia, la presencia del Estado en la vida de los ciudadanos ha sido mayor que en otros. En los siglos XIX y XX la mayoría de los estados aceptó su responsabilidad en una amplia gama de asuntos sociales, dando con esto origen al concepto de Estado de bienestar. Los estados totalitarios, como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la Alemania nacionalsocialista, se atribuyeron un derecho, a menudo compartido con un partido hegemónico y único, de regular y controlar pensamientos y opiniones.
Estas prácticas plantean cuestiones importantes en lo que a la legitimidad de los estados se refiere. Desde la aparición de las ciudades Estado en la antigua Grecia, pensadores políticos y filósofos han discutido la verdadera naturaleza y fines reales del Estado. Con el paso de los siglos, y en la medida en que la tecnología y la evolución administrativa lo fueron permitiendo, estos pequeños estados, concebidos por Platón y Aristóteles más como una comunidad pequeña que como el marco donde se desarrolla la actividad política de la vida humana, fueron sustituidos por entidades territoriales cada vez mayores.
Los requisitos militares de crear y mantener dichas entidades se inclinaron hacia el desarrollo de sistemas autoritarios, y algunos autores enfatizaron acerca del necesario sacrificio de la libertad individual en beneficio de las necesidades del orden colectivo, ejercido con el respeto hacia el bienestar de todos los grupos de la sociedad. A partir de los siglos XVI y XVII, la tendencia a identificar al Estado con pueblos dotados de un cierto grado de identidad cultural común corrió pareja con una búsqueda de la legitimidad derivada de la voluntad e intereses de esos pueblos. Así la aparición de facto del nacionalismo, identificado con la consecución del Estado nacional fue fundamental durante la Revolución Francesa. La contribución ideológica en este aspecto de Jean-Jacques Rousseau y Georg Wilhelm Friedrich Hegel produjo a su vez una cierta sacralización de la nación como entidad moral capaz de conferir legitimidad tanto a sí misma como a sus acciones. La reacción a algunos de los excesos surgidos del conflicto entre estados nacionales que esta postura inspiró durante los siglos XIX y XX preparó por su parte un substrato ideológico para el internacionalismo de finales del siglo XX y para los conceptos de seguridad colectiva, comunidades internacionales económicas y políticas, además de diversas formas de trasnacionalismo. Esto ha supuesto un desafío al propio concepto de Estado como forma preferida de organización política.
En las postrimerías del siglo XX la globalización de la economía mundial, la movilidad de personas y capital, y la penetración mundial de los medios de comunicación se han combinado con el propósito de limitar la libertad de acción de los estados. Estas tendencias han estimulado un vivo debate sobre si el Estado puede retener algo de esa libertad de acción que se asociaba en otros tiempos a la soberanía. Estas limitaciones informales a la independencia vienen acompañadas en algunas áreas, en especial Europa occidental, de proyectos de integración interestatal, caso de la Unión Europea, considerado por unos como una alternativa al Estado nacional y por otros como la evolución de nuevos y mayores estados. Sea cual sea el efecto de este proceso, el concepto clásico de Estado como entidad en cierto modo cerrada, cuyas transacciones internas son mucho más intensas que sus actividades interestatales, ha pasado a la historia conforme han ido surgiendo nuevas formas de colaboración e integración interestatal más flexibles.



Código de justicia militar


Código de justicia militar, conjunto de normas, recogidas en un sólo cuerpo legal, que regulan las materias relativas a las Fuerzas Armadas de un Estado. La compilación del Derecho militar comenzó en numerosos países durante el siglo XIX con el auge codificador de la época, aunque hoy la tendencia mayoritaria en la doctrina es contraria a su mantenimiento. El código de justicia militar resulta de una agrupación muy heterogénea de normas, por cuanto que en él se incluyen, junto a las de carácter administrativo o civil, toda la materia disciplinaria e incluso el conjunto de las normas penales y procesales. Por otro lado, al contemplar en bloque las normas de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire, los códigos de esta naturaleza adolecen de una casuística farragosa, fruto de la yuxtaposición de los diferentes tipos de normas. Por estas razones, hay muchos países en los que no existe un Código de justicia militar específico como cuerpo normativo que integre toda la legislación de esta clase; bastan con un Código penal militar único y normas y ordenanzas diversas para cada materia y cada Ejército.