Teoría política, subdivisión de la ciencia
política que se ha ocupado tradicionalmente de las ideas expresadas por los
filósofos políticos, no sólo sobre el funcionamiento de la política sino, cómo
debería funcionar. Estos filósofos han analizado la naturaleza y la
justificación de la autoridad y el deber políticos y de sus fines. Aunque sus
recomendaciones han sido variadas, algunas de ellas utópicas, han compartido la
convicción de que es un deber del filósofo político distinguir entre lo que es
y lo que debería ser, así como entre las instituciones políticas existentes y
las que podrían ser potencialmente más humanitarias. El término teoría política
se usa también, desde el siglo XIX, para referirse a las generalizaciones
descriptivas, explicativas o predictivas del comportamiento político, sin tener
en cuenta su moralidad. Este punto de vista se ocupa más de las técnicas
concretas, matemáticas o estadísticas que de problemas normativos.
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EL ESTADO
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A lo largo de los siglos,
la preocupación principal de los estudiosos de la teoría política ha sido la
teoría del Estado. Platón contribuyó a los cimientos de esta teoría con su
discurso de La República, en el que intentaba reconciliar la teoría
moral con la práctica política mediante el diseño de una comunidad en la que la
propiedad fuera común y el Gobierno estuviera en manos de una aristocracia de
reyes-filósofos que educaran a los más jóvenes. Estas doctrinas, en una versión
muy tergiversada, han sido utilizadas en los tiempos modernos como sustrato de
un sistema de gobierno llamado autoritarismo. En éste, al contrario que en la
democracia, el Estado tiene la supremacía sobre el individuo. Una variante de
este sistema, el absolutismo, concentra el poder en un número limitado de
personas o instituciones, como el clero, que defienden principios fijos y
generalmente inmutables.
Generalmente se considera a
Aristóteles como el padre fundador del método científico aplicado a la teoría
política. En su obra Política clasificó los gobiernos en monarquías,
aristocracias y democracias, según estuvieran controlados por una, unas pocas o
muchas personas; además reunió con éxito las posibilidades de una investigación
empírica con un análisis crítico. De esta forma, proporcionó un estimulante
modelo para los estudios políticos.
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IGLESIA Y ESTADO
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Generalmente, los grandes
cambios de opinión han estado asociados a los desafíos planteados por problemas
históricos y sociales concretos. En la edad media, por ejemplo, una gran parte
de los escritos políticos trataban sobre la cuestión política más sobresaliente
de la época: la lucha por el poder entre el Papado y el Sacro Imperio Romano.
El filósofo italiano santo Tomás de Aquino defiende el papel de la Iglesia en
su obra Summa Theologiae (1265-1273), mientras que Dante Alighieri, en De
Monarchia (Sobre la Monarquía, 1313), aboga por un mundo cristiano
unido bajo un emperador y un Papa, cada uno de ellos con poder absoluto en su
ámbito. En El Príncipe (1513), el político italiano Nicolás Maquiavelo
superó el tradicional debate Iglesia-Estado al analizar de forma realista los
problemas y las posibilidades de los gobiernos que intentan conservar el poder.
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EL CONTRATO SOCIAL
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El filósofo inglés Thomas
Hobbes también subrayó el poder del Gobierno. Su mayor obra, Leviatán
(1651), aboga por un soberano con poder ilimitado dado que el Estado se origina
en el llamado contrato social. Por éste, los individuos aceptan un poder
superior para protegerse de sus propios instintos animales y para poder
satisfacer ciertos deseos humanos. Otro filósofo inglés del siglo XVII, John
Locke, admite gran parte de la teoría del contrato social de Hobbes, pero
argumenta que la soberanía reside en el pueblo. Los gobernantes son por tanto
administradores de esta soberanía, y pueden ser derribados legítimamente si no
consiguen realizar sus funciones ante el pueblo.
Los ideales y la retórica
de Locke contribuyeron a la creación de los Estados Unidos al ser formulados en
dos documentos esenciales de la guerra de la independencia estadounidense: la
Declaración de Independencia y El Federalista. Otras contribuciones
importantes a los ideales democráticos y repúblicanos fueron las del filósofo
francés Jean-Jacques Rousseau, de ideas similares a las de Locke, y las de
Charles-Louis de Montesquieu, que postuló una separación de los poderes del
Estado en la Francia prerrevolucionaria del siglo XVIII, muy parecida a la que
se llevó a cabo en la Constitución estadounidense. Las teorías políticas de
Locke y los independentistas de Estados Unidos, que constituyen lo que generalmente
se llama liberalismo, fueron desarrolladas por el filósofo británico del siglo
XIX John Stuart Mill.
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EL MARXISMO Y OTRAS FORMAS DE TOTALITARISMO
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Karl Marx fue en muchos
aspectos el teórico de la política más influyente del siglo XIX. Su deseo era
combinar el análisis concreto y la prescripción política en un profundo
análisis del sistema económico moderno. Marx concluyó que “la historia de toda
sociedad hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases” y que los
gobiernos y las ideologías liberales son sólo meros agentes de explotación. Por
esto Marx defendía la abolición de la propiedad privada, además de predecir la
caída del capitalismo después de una serie de crisis periódicas. La abolición
de la propiedad, y por tanto el fin de la explotación de una clase por otra,
daría lugar a una situación en la que las personas contribuirían de acuerdo con
sus capacidades y recibirían según sus necesidades. Después de una fase de
transición con el gobierno en manos de la clase obrera, el Estado acabaría por
desaparecer. A lo largo del siglo XX, el marxismo ha sido objeto de
interpretaciones contradictorias. Fue la ideología oficial de algunos estados
totalitarios e inspiró muchos movimientos revolucionarios y nacionalistas en
todo el mundo.
Otro género de teoría
política, que también es una forma de totalitarismo, apareció tras la I Guerra
Mundial con el fascismo y el nacionalsocialismo. Ambos asumen, en diferentes
grados, la doctrina de la supremacía absoluta del Estado sobre el individuo y
el uso de la fuerza para conseguir sus objetivos políticos.
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