Código de Hammurabi,
compilación de leyes y edictos auspiciada por Hammurabi, rey de Babilonia, que
constituye el primer código conocido de la historia. Una copia del mismo, esculpida
en un bloque de piedra negra de dos metros de alto, fue encontrada por un
equipo de arqueólogos franceses en Susa (Irán) en el invierno de 1901-1902. El
bloque, roto en tres pedazos, ha sido restaurado y se encuentra hoy en el Museo
del Louvre de París.
El origen divino del
Derecho escrito se representa en la piedra por un bajo relieve en el que el rey
aparece recibiendo el código del dios Sol, Shamash (o Samas), divinidad
asociada en la tradición local con la idea de justicia. El Código está compuesto
por columnas horizontales en escritura cuneiforme: 16 columnas en el anverso y
28 en el reverso. El texto comienza con un prólogo que explica los cultos
religiosos de Babilonia y Asiria. Más que un código en el estricto sentido,
parece que los 28 parágrafos de que consta el Código de Hammurabi componen una
serie de enmiendas al Derecho común de Babilonia.
Comienza con una guía
de procedimientos legales, imposición de penas por acusaciones injustificadas,
falso testimonio y errores judiciales. A continuación se recogen disposiciones
sobre el derecho de propiedad, préstamos, depósitos, deudas, propiedad
doméstica y derechos familiares. Los artículos sobre daños personales indican
que ya en aquellos tiempos existían penas por práctica médica incorrecta, así
como por daños causados por negligencia en actividades diversas. Asimismo, en
el código se fijan los precios de diferentes tipos de servicios en no pocas
ramas del comercio.
El Código de
Hammurabi no contiene normas jurídicas acerca de temas religiosos. Las bases
del Derecho penal derivan del principio, común entre los pueblos semitas, del
“ojo por ojo”. La protección del Código se ofrece a todas las clases sociales
babilónicas: el Derecho protege a débiles y menesterosos, mujeres, niños o
esclavos contra la injusticia de ricos y poderosos.
Sorprende la
consideración que recibe el individuo en el Código, teniendo en cuenta la época
en que fue promulgado, y constituye un documento excepcional para conocer cómo
era la justicia en tiempos de Hammurabi. Finaliza con un epílogo que glorifica
la ingente labor realizada por Hammurabi para conseguir la paz, con una
explícita referencia a que el monarca fue llamado por los dioses para que “la
causa de la justicia prevalezca en el mundo, para destruir al malvado y al perverso”.
Describe además las leyes como medio para que “la tierra disfrute de un
gobierno estable y buenas reglas”, que se dicen escritas en un pilar para que
“el fuerte no pueda oprimir al débil, y la justicia acompañe a la viuda y al
huérfano”. Hammurabi aconseja al oprimido con estas enérgicas y sonoras
palabras: “que el oprimido que tenga una causa verdadera venga a presencia de
mi estatua, a mí como rey de la justicia, y que lea en voz alta la inscripción
y escuche mis preciosas palabras para que le lleven claridad y entendimiento a
su causa, para que su corazón encuentre alivio”.
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